Domingo 2 de Adviento (7.XII.2014) - Ciclo B
PREPARAR EL CAMINO AL SEÑOR
“Viene uno que puede más que yo”
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Hacía siglos que lo había gritado Isaías desde la atalaya del futuro: “Vendrá el Señor”. Hoy, Juan el Bautista lo confirma desde la cátedra del presente: “Está llegando, preparadle el camino, allanad sus senderos”, como hacéis siempre que viene un personaje a vuestra tierra. Pero el pico y la pala que Juan pide son muy distintos a los que se manejan de ordinario. Porque hay que “elevar los valles” y “rebajar los montes y colinas” del espíritu. Los “valles” son los vacíos en nuestros comportamientos con Dios, todos nuestros pecados de omisión. Los “montes y colinas” son nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestra prepotencia. Los vacíos se llenan, sobre todo, con oración. La soberbia, el orgullo y la prepotencia se abajan con mansedumbre y humildad. Pero Juan pide más. Pìde confesar esos pecados de omisión y comisión y bautizarse. El retorno a Dios, el reordenamientos de nuestras relaciones con él desemboca en la confesión de los pecados y en el bautismo. Juan quiere prepararnos a un encuentro personal con Dios, quiere llevarnos a uno que “es más fuerte” que él, que es el “señor” al que no es digno de “desatarle la correa de la sandalia” -aunque sea el más humilde servicio de un esclavo-, que no bautizará en agua como hace él, sino que bautizará “con Espíritu Santo”. Nosotros tenemos que escuchar a Juan. Porque no podemos encontrar al Señor si no reconocemos nuestros pecados, si no reordenamos nuestra vida y si no le pedimos perdón. Dios no se cansa de perdonar. Pero hay que pedirle perdón. Dios lo perdona todo y lo perdona siempre, pero hay que confesarse. Hay que confesarse incluso si comulgamos con mucha frecuencia. Lo recordaba hace unos días Benedicto XVI, refiriéndose a la comunión frecuente de muchos: “Considero –decía- que la advertencia de san Pablo a autoexaminarse y a la reflexión sobre el hecho de que se trata del Cuerpo del Señor, debería tomarse de nuevo en serio: pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo”. Preparemos, por tanto, la venida del Señor con una buena confesión y unas buenas comuniones.
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