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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 3 de Pascua (4.5.2025) - Ciclo C

PRINCIPIO Y FUNDAMENTO

“Apacienta mis ovejas”

No sé si se llamará Francisco, Benedicto o Juan Pablo. Desconozco si será asiático, europeo o africano. También ignoro si hablará muchos idiomas o sólo el suyo y mal que bien el italiano. Cuando escriba el próximo comentario del evangelio es más que probable que hayamos escuchado el “habemus Papam” y habremos despejado las incógnitas. Pero, en el fondo, carecen de importancia. Porque Jesús no preguntó a Pedro si entendía el latín, si hablaba el griego koiné o era capaz de predicar en hebreo. Lo único que le exigió, cuando le entregó el encargo de pastorear la Iglesia, fue el amor incondicional: “¿Simón, hijo de Jonás, me amas más que éstos?”, le preguntó tres veces, y tres veces escuchó de Pedro: “Sí, tú sabes que te quiero”. A partir de ese momento Pedro se convirtió en el primer Papa de la historia, en el “principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de fe y de comunión” de su Iglesia (LG 18). Esto es lo que cuenta. Mentiría si dijera que no tengo mis preferencias y mis gustos personales. Pero ni los míos ni los de los demás tienen importancia. Al fin y al cabo, le querremos y obedeceremos no por sus cualidades y talentos sino por ser quien es: por representar a Cristo en su Iglesia, por ser el Supremo Pastor, por pastorear a los obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos, en una palabra, porque Cristo ha querido fundar su Iglesia sobre Pedro y sus sucesores. Como ovejas de un rebaño que tendrá en pocos días un nuevo Pastor, pidamos insistentemente al Espíritu Santo que ilumine a los cardenales electores y les asista para que escuchen su inspiración.

Domingo de Pascua de Resurrección (20.4.2025) - Ciclo C

SEGUIDORES DE LA VIDA

“Vio y creyó”

 “Cristo ha resucitado. -Verdaderamente ha resucitado”, dicen hoy muchos polacos. Es un modo excelente de expresar lo que sucedió el primer domingo de la historia. Jesús, que había sido crucificado, muerto y sepultado, volvió a la vida para no volver a morir. Cuando María Magdalena fue al sepulcro para terminar de embalsamar su cuerpo, se encontró con que allí no había nada. Sólo, en el suelo, la sábana y las vendas que lo habían envuelto siguiendo  la costumbre judía, y el sudario de la cabeza bien doblado y colocado en un sitio aparte. Nadie lo había robado, porque los judíos habían puesto un piquete de soldados para custodiarlo. Había sucedido lo que él había anunciado: que, una vez crucificado, resucitaría al tercer día. Con este acontecimiento cancelaba un mundo viejo, que había comenzado poco después de la creación del primer hombre, y recreaba un mundo nuevo. El mundo viejo era el de la rebeldía del hombre contra Dios y el de la muerte, su consecuencia. El mundo que nacía, ya no tendría la muerte como señora y el pecado como rey. Ciertamente, la muerte sigue existiendo y el pecado también. Pero un día los muertos también resucitarán y el pecado dejará de existir para siempre. Esta es la fe que los cristianos profesamos cuando decimos en el Credo: “creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna”. Alguna vez me han preguntado qué trajo Jesucristo al mundo. Siempre he respondido: nuestra resurrección y la vida eterna. Los cristianos no somos discípulos de “la nada”, del “se acabó”, sino de Jesucristo y, en él, del comienzo de la eterna al final de esta vida.

Domingo 5 de Cuaresma (6.4.2025)- Ciclo C

MISERICORDIA Y VERDAD

“El que esté libre, tire la primera piedra”

Un grupo de fariseos ha traído a Jesús una mujer que ha sido infiel a su marido. La Ley de Moisés es tajante: “Debe morir apedreada”. Ellos quieren saber su opinión: “¿Tú, qué dices?”, pero sus intensiones son torcidas. Si dice que ha de ser apedreada, contradice su actitud de  misericordia y pierde crédito ante el pueblo. Si lo niega, contradice la Ley y él mismo se hace reo de muerte. Jesús les da una respuesta que no esperan: se pone a escribir en el suelo. Ellos insisten. Puesto en pie responde: “el que esté libre de pecado, tire la primera piedra”. Y volvió a  escribir en la arena. Ignoramos qué escribió. Pero no eran cosas bonitas sobre ellos. De hecho, comenzaron a escabullirse, iniciando la marcha los más viejos. Incorporado de nuevo, Jesús encuentra sólo a la mujer. Dirigiéndose a ella le hace una pregunta retórica: “¿nadie te ha condenado?”. -­ Nadie, Señor. Jesús le replica con frase lapidaria: “Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar”. Jesús es misericordioso y veraz. Perdona su pecado pero no quita importancia al adulterio que era y es un pecado muy grave. “Yo no te condeno, te perdono, pero tú no debes volver a hacerlo” es la palabra que todos necesitamos oír. Porque todos somos pecadores. Quizás muy pecadores. Nadie puede tirar la primera piedra contra los pecados de los demás, porque él tiene los suyos. Jesús nos perdona en el sacramento de la penitencia, porque el sacerdote hace sus veces. Pero espera también que estemos arrepentidos de verdad. Si lo hacemos, él nos dirá: “Yo te perdono” pero “no vuelvas a pecar”.   

Domingo 4 de Cuaresma (30.3.2025) . Ciclo C

LO SENSATO ES EL RETORNO A CASA

“Tu hermano ha vuelto”

Incluso los que no frecuentan la Iglesia, conocen la trama del evangelio de este domingo. Todos, en efecto, hemos escuchado o leído la parábola de aquel hijo calavera que se va de casa, malgasta todos sus bienes, se muere de hambre y, hundido en la miseria material y moral, decide volver con el deseo de que su padre le admita no como hijo sino como un jornalero, pero encuentra un padre que se conmueve cuando puede abrazarlo y tiene tanta alegría que organiza una gran fiesta para celebrar su vuelta. ¡Qué contraste con la actitud del hijo mayor, cumplidor legalista pero sin amor, que se irrita con la reacción de su padre, se niega a unirse a la fiesta y es incapaz de alegrarse de la vuelta de su hermano! La parábola continúa hoy. Son muchos los que se han alejado de la Iglesia con la ilusión de que, entregados al placer sin control y al libertinaje, encontrarían la felicidad. Pero la realidad no perdona y les ha demostrado que lejos de la casa paterna se vive una vida que no merece ser vivida. No hace falta llegar a esos extremos vitales para reconocerse en el hijo irresponsable que se ha ido de la casa paterna. Quien ha perdido la amistad con Dios con pecados graves, quien hace años –quizás muchos- que no se confiesa, quien está desesperado, necesita con urgencia volver a recordar que Dios es el padre del hijo pródigo y que si vuelve y se confiesa con humildad y sencillez, encontrará un padrazo que, además de perdonarle, le devolverá la alegría y las ganas de vivir. ¿No valdrá la pena realizar esta experiencia durante la cuaresma? No importa estar muy lejos.

Domingo 3 de Cuaresma (23.3.2025) - Ciclo C

DIOS PASA MUY CERCA DE NOSOTROS

“Si no os convertís, todos pereceréis así”

El evangelio de este domingo se parece a la página de sucesos de un periódico. Da cuenta de la muerte violenta de un grupo mientras estaba en el templo y de otro grupo por el derrumbamiento imprevisto de una torre. Pero la intención del periodista y del evangelista es muy distinta. Mientras que quien escribe en el periódico-y nosotros que lo leemos-, lo hace casi con la rutina de quien oye llover, san Lucas y la Iglesia nos dicen que Jesús eligió ambos sucesos para dar una enseñanza importante a quienes le escuchaban. Éstos, en efecto, juzgaban que esas muertes inesperadas obedecían a que quienes las sufrieron eran pecadores. Como a ellos no les había sucedido, no lo eran. Jesús rechaza con vigor esta opinión y les hace esta seria advertencia: “Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”. La cuaresma avanza y su llamada a convertirnos de nuestros pecados se hace cada vez más apremiante. No podemos llamarnos a engaño, pensando que con estar bautizados, rezar algo e ir a misa los domingos –si es que vamos- ya es suficiente. No lo es. Si no cumplimos los mandamientos de la Ley de Dios, los compromisos matrimoniales o celibatarios asumidos, las obligaciones que exige nuestra profesión y vocación de casados, sacerdotes o religiosos y las llamadas que Dios nos dirige a través de las necesidades que padecen nuestros contemporáneos, sean o no de nuestra religión y nación, necesitamos confesarnos, recibir el perdón de Dios y emprender una nueva vida. Todavía estamos a tiempo. Pero nadie sabemos si ésta será nuestra última oportunidad.

Domingo 2 de Cuaresma (16.3.2025) - Ciclo C

CAMINAMOS TRAS UN RESUCITADO

“¡Qué bien se está aquí!”

Estamos en el Monte Tabor. Jesús ha traído con él a los tres apóstoles que le acompañan en los grandes momentos: Pedro, Santiago y Juan. Pedro será el cimiento de su Iglesia; Santiago, el primero en morir por él y Juan es su discípulo predilecto. Antes de que esto suceda, los tres van a pasar por una durísima prueba: su pasión y muerte y a los tres les van a temblar las entretelas de su fe. ¿Han sido unos ilusos al dejar casa, trabajo y familia para seguir a un muerto en el patíbulo donde se ajusticia a los malhechores? Jesús conoce muy bien que pueden sucumbir y quiere mostrarles que su muerte no es la última palabra de su vida sino el paso previo y necesario para su resurrección y plena glorificación. Hoy les dejará ver un destello de su futura gloria. Sus vestidos se vuelven más blancos que la nieve, su rostro brilla más que el sol, se hacen presentes Moisés y Elías, en representación de la Ley y los Profetas, y sobre todo, se escucha esta voz del Padre: “Éste es mi Hijo amado, escuchadle”. Los tres apóstoles quedan subyugados por lo que ven y Pedro no puede menos que exclamar: “¡Qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas y quedémonos a vivir”. Cuando termina “el espectáculo”, vuelve la normalidad de la vida. Mientras bajan, arden en deseos de comunicárselo a los demás compañeros. Pero Jesús les amonesta: “No contéis a nadie lo que habéis visto”, hasta que yo haya resucitado. Nosotros, como estos tres apóstoles, nos desconcertamos cuando llega el dolor. Es el momento de recordar que no es castigo sino una prueba que tiene un sentido, aunque no lo entendamos.

Domingo de Cuaresma (9.3.2025) - Ciclo C

UN TIEMPO MUY ESPECIAL

“Al Señor adorarás”

El desierto es un lugar inhóspito en el que no hay casas ni personas y la tierra es un yermo secarral. Jesús ha venido aquí para pasar cuarenta días de oración y ayuno y prepararse así para el ministerio de la predicación, que comenzará poco después. Al cabo del tiempo siente hambre. Mucha hambre. El demonio aprovecha la ocasión y le propone que emplee su poder milagroso para convertir las piedras en pan. Jesús rechaza de plano la propuesta. El demonio no se da por vencido. Viene de nuevo para ofrecerle lo que no tiene, pero él siempre actúa así: toda la riqueza y todo el poder del mundo si le adora. Jesús lo derrota por segunda vez. Aun así el demonio no se da por vencido y regresa con una tercera propuesta: el aplauso de la gente tras tirarse del alero del templo sin hacerse daño, porque los ángeles vendrán a ayudarlo. Jesús vuelve a vencerlo. El demonio se va, pero en espera de una mejor ocasión. Nosotros hemos entrado en la Cuaresma. La necesitamos. Porque nosotros sí hemos sido vencidos por el demonio en muchas de sus tentaciones. Unas veces por el egoísmo, otras por la soberbia, no pocas por la lujuria, la injusticia, la prepotencia, el menosprecio de los pobres y el escándalo. ¿Cuántos días hemos vivido como si Dios no existiera, olvidándonos completamente de él en la vida matrimonial, laboral, social, recreativa? Nuestra postura no puede ser otra que la sinceridad con nosotros mismos y reconocer lo que hemos hecho. Pero éste es sólo el primer paso. El más importante es el siguiente: abrirnos al perdón misericordioso de Dios, confesarnos y reconciliarnos con él. Si escuchamos este mensaje cuaresmal y volvemos a Dios, el premio será una inmensa paz y alegría.

Domingo 8 del Tiempo Ordinario (2.3.2025) - Ciclo C

PÓRTICO CUARESMAL 

“No se cosechan higos de las zarzas”

El evangelio de este domingo es un buen pórtico para la cuaresma que comienza el próximo miércoles, día de ceniza. Tiempo, como sabemos, muy propicio para revisar nuestra vida y acercarnos un poco más a Dios. Digo esto porque el relato evangélico de hoy nos ofrece tres parábolas que pueden ayudarnos en el itinerario cuaresmal: la del ciego que guía a otro ciego, la de la viga y la paja y los frutos. Si uno está ciego no puede conducir a otro ciego junto a un precipicio, so pena de precipitarse los dos en el abismo. Un padre, un sacerdote, un profesor, un político necesitan conocimientos, buen sentido y voluntad recta para orientar a los demás. El que tiene una viga en su ojo debe quitársela previamente y luego quitar la paja que lleva el vecino en el suyo. Antes de criticar los defectos, reales o supuestos, de una persona o institución es preciso que desarraiguemos los nuestros, con frecuencia mucho mayores. Por último, si alguien quiere dar uvas ha de ser vid, no zarza. Es decir, nuestras acciones delatan lo que somos. Si en nuestra vida hay frutos sabrosos, buena señal. Si, en cambio, damos frutos amargos o mezquinos, urge rectificar. Con la guía de estas tres parábolas la cuaresma puede resultarnos provechosa, aunque sea molesta, como molesta es una operación arriesgada a la que vamos de mil amores si está en juego nuestra vida. Desde aquí me uno al camino que propongo a los lectores, porque también yo necesito examinar mis ojos, mis juicios y mis obras. Vayamos juntos por el camino cuaresmal al encuentro del Cristo Resucitado de la Pascua.    

Domingo 7 del Tiempo Ordinario (23.2.2025) - Ciclo C

LA TERCERA LEY

“Si amáis a los que os aman ¿qué mérito tenéis?”

La ley del “ojo por ojo y diente por diente” supuso un gran avance moral respecto a la “ley de la venganza”, en la que el mal era respondido con otro en una cadena interminable. Ahora sólo se permitía castigar el mal con una pena proporcionada. El evangelio de hoy nos presenta otra muy superior: “la ley del amor al enemigo”. “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, orad por los que os insultan”. No se trata sólo de que no nos venguemos, de que no paguemos con la misma moneda, de que perdonemos. Se nos pide mucho más: que amemos a quienes nos odian. Esta es la “revolución cristiana”. No se trata de rendirse ante el mal sino de responder al mal con el bien. En nuestro mundo hay mucha violencia, mucha injusticia. Esta situación no se supera respondiendo con violencia y con odio sino con amor y bondad. Tal proceder muestra que “no se tiene miedo de afrontar el mal únicamente con las armas del amor y de la verdad” (Benedicto XVI). Es claro que lo que Jesús nos pide supera la capacidad humana. Es un don de Dios que se nos concede si confiamos únicamente y sin reservas en su bondad misericordiosa. Desde la Cruz Jesucristo nos marcó el camino, perdonando a sus enemigos e implorando clemencia para ellos: “Perdónales, no saben lo que hacen”. Sus discípulos no vencemos el mal y la violencia con estrategias de poder, sea económico, político o mediático sino con el amor verdadero, que pone su esperanza en el poder de Dios. La nuestra, antes que una revolución de estructuras, es una revolución que cambia nuestro corazón y desde ahí todo lo demás.

Domingo 6 del Tiempo Ordinario (16.2.2025) - Ciclo C

BIENAVENTURANZAS Y MALAVENTURAS

“Vuestro es el Reino de Dios”

“Dichosos los pobres, los que ahora tenéis hambre, los que lloráis, los proscritos por mi causa”. El programa de vida que Jesús propuso a sus discípulos sería absurdo si no hubiese añadido: seréis dichosos, porque la justicia de Dios hará que seáis saciados, que os alegréis, que seáis resarcidos de toda acusación falsa. En una palabra: dichosos porque ya desde ahora Dios os acoge en su reino. Existe, en efecto, una justicia divina que enaltece a los humildes y humilla a los soberbios. Por eso, tras las bienaventuranzas, Jesús sentenció: “¡Ay de vosotros los ricos, ay de los que estáis saciados, ay de de los que ahora reís, ay de los que todo el mundo habla bien!”. ¿Por qué? Porque la situación se invertirá cuando llegue el momento en que Dios aplique su justicia. Esto tendrá lugar al final del mundo pero ya actúa en la historia. Jesús no es un revolucionario y no propone una revolución de tipo social o político. Su revolución es la del amor, que él ya ha realizado con su muerte y resurrección. Ellas inauguran el nuevo horizonte de las bienaventuranzas. Gracias a él, podemos ser justos y construir un mundo mejor. A su luz “el cristianismo deberá elaborar y reformular constantemente los ordenamientos sociales, una ‘doctrina social cristiana’. Ante nuevas situaciones corregirá lo que había propuesto anteriormente” (Benedicto XVI). Las Bienaventuranzas no son un programa social, pero la justicia social sólo puede crecer “donde la fuerza de la renuncia y la responsabilidad por el prójimo y por toda la sociedad surge como fruto de la fe” (Benedicto XVI). 

Domingo 5 del Tiempo Ordinario (9.2.2025) - Ciclo C

TODOS TENEMOS VOCACIÓN

“Desde hoy serás pescador de hombres”

“Rema mar adentro y echad las redes para pescar”, dice Jesús a Pedro, a pesar de estar en pleno día y haberlas sacado vacías al amanecer. Pero Pedro se fía más de Jesús que de su pericia profesional y el resultado es una redada de peces tan grande que tiene que llamar a sus compañeros para que vengan en su ayuda. Pedro advierte de inmediato que es un milagro, se siente indigno de estar al lado de Jesús y le pide que se aleje de él, “porque soy un pecador”. También ahora Jesús le sorprende: “No temas, desde hoy serás pescador de hombres”. El tiempo confirmaría que Pedro, en la barca de Jesús, la Iglesia, echaría las redes de su palabra y de su testimonio en los mares del mundo para llenarla de hombres y mujeres. Quienes leéis estas líneas también habéis recibido, como yo, el mandato de echar las redes para hacer discípulos de Jesús a pesar de las dificultades. Todos los bautizados, en efecto, no sólo los sacerdotes y religiosos, son “pescadores de hombres” por su vocación bautismal. Ha sido un error muy grave no haber tenido en cuenta esta realidad y asignar en exclusiva al clero, curas y obispos, el acercar las almas a Jesucristo. El precio que hemos pagado ha sido muy alto, porque hemos dejado sin pescadores mares inmensos llenos de peces. Es hora de reaccionar. Porque quienes están con los hijos son sus padres y profesores, quienes están con los obreros son los empresarios, quienes están en los ayuntamientos y parlamentos son los políticos, quienes pasan la vida entre enfermos son los médicos. Ahí y desde ahí hay que acercar hombres y mujeres a Cristo.

Presentación del Señor (2.2.2025) - Ciclo C

EL RESCATE Y SU PRECIO

“Luz para alumbrar a las naciones”

La presentación de Jesús en el Templo, el encuentro con su pueblo y la Purificación de María son los misterios que celebramos hoy, día de la Candelaria, cuarenta días después de Navidad. Jesús fue presentado en el Templo para cumplir la Ley de Moisés que prescribía ese rito para rescatar el primer hijo varón, que debía ser ofertado a Dios. Sobre él no pesaba la obligación del rescate, porque era Dios y estaba por encima de la Ley. Pero se había hecho hombre no para ser rescatado sino para ofrecerse en rescate por los hombres y librarles del pecado y de la muerte eterna. Cuando hoy viene al Templo lo hace para ofrecer por adelantado el futuro rescate de la Cruz. El anciano Simeón, representante del pueblo, lo recoge en nombre de todos y, con la luz de la fe, nos descubre que el rescate pagado en la Cruz trajo consigo la luz de la Resurrección, y con ella el triunfo de la vida y del amor sobre las tinieblas de la muerte y del pecado en todos los hombres. Ciertamente, el mal y el dolor siguen presentes. Pero tienen los días contados, ya que la Resurrección nos ha introducido en un mundo nuevo y definitivo, en el que ya no habrá ya ni muerte ni dolor. Cuando hoy vayamos con un cirio encendido en procesión hacia el altar, donde renovaremos el sacrificio de la Cruz, todos proclamaremos a Cristo: “Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. No apaguemos esa luz al salir de la iglesia. Que ella ilumine durante la semana toda nuestra vida y la de los demás: la familia, el trabajo y la vida social. Cristo será de hecho “luz de las naciones”.  

Domingo 3 del Tiempo Ordinario [Domingo de la Palabra] (26.1.2025) - Ciclo C

PASADO Y PRESENTE

“Toda la sinagoga tenía los ojos en él”

“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Este fue el comentario que Jesús realizó al texto de Isaías que acababa de proclamar en la sinagoga de su pueblo, cuando ya había iniciado su ministerio en Galilea. Sus paisanos habían oído muchas veces ese texto que profetizaba la venida del Mesías para evangelizar a los pobres, anunciar la libertad a los cautivos y dar la vista a los ciegos. Siempre había sido un anuncio gozoso pero ajeno a ellos. Hoy las cosas cambian radicalmente. Jesús les anuncia que en él se cumple la profecía de Isaías y que él es el Mesías. La primera reacción fue de admiración. Pero luego se pusieron furiosos, le empujaron a la cima del pueblo con intención de despeñarlo y matarlo. Todos nosotros escuchamos la Palabra de Dios cuando vamos a misa. Me temo que tantas veces lo hacemos poco menos que como oímos llover. Escuchamos unos relatos, unas historias, unas enseñanzas. Nos gustan. Pero las vemos como algo del pasado y ajeno a nosotros. Hoy, “Domingo de la Palabra”, vale la pena que recordemos la enseñanza del Vaticano II: “Cuando se lee la Escritura en la liturgia, Dios habla a su pueblo y Cristo anuncia su evangelio”. Eso que escuchamos nos lo dice Dios a nosotros, pide que lo acojamos en nuestra mente y en nuestro corazón y que, a su luz, veamos lo que hemos de hacer en nuestra vida personal, familiar, laboral y recreativa. ¡Qué bien nos vendría escuchar el consejo reiterativo del papa Francisco, cuando nos dice que llevemos el evangelio en el bolsillo y lo leamos todos los días! Nuestra vida daría un vuelco.        

El Bautismo de Jesús (12.1.2025) - Ciclo C

UNA PROFECÍA DE GRAN CALADO

“Éste es mi Hijo amado”

“Él bajó a la tierra para padecer”, canta el villancico de esta tierra. Nuestros mayores intuyeron que Navidad y Pascua son inseparables, como confesamos en el Credo: “Que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajo del Cielo…y por nuestra causa fue crucificado, muerto y sepultado”. Por eso la liturgia concluye el Tiempo de Navidad precisamente hoy con el “Bautismo de Jesús”. ¿Qué tiene que ver el Bautismo de Jesús con el Nacimiento en Belén? Vayamos al Jordán y quedaremos asombrados viéndole recibir el bautismo como un pecador. ¿No se había hecho “igual a nosotros en todo, menos en el pecado”? Cuando esté sumergido en las aguas del bautismo de su propia sangre en la cruz, y “hecho pecado”, en frase fuerte de san Pablo, lo comprenderemos. El que había nacido en Belén era, sí, inocente cuando entró en las aguas del río y cuando se bañó en las aguas de su sangre. Pero se había hecho responsable de nuestros pecados, de los pecados de todos los hombres, y tenía que borrarlos con su humildad y obediencia hasta la muerte de la cruz. El bautismo en el Jordán fue una profecía de su bautismo en la cruz. Pero gracias a este bautismo, se nos abren las puertas del cielo cuando participamos en él al bautizarnos. Al salir de las aguas bautismales, Dios Padre nos dice lo mismo que a Jesús al salir de las del Jordán: “Tú eres mi hijo amado”. Nos llevaron a la Iglesia como hijos de nuestros padres y volvemos hechos también hijos de Dios. ¿No vale la pena bautizar a los hijos o, si no estamos bautizados, recibir nosotros el bautismo aunque seamos mayores?

Domingo 2 del Tiempo Ordianrio (19.1.2025) - Ciclo C

UN MILAGRO Y UN SIGNO

“Haced lo que Él os diga”

Estamos en Caná de Galilea, cinco quilómetros al norte de Nazaret. Se celebra una boda de una pareja emparentada con la madre de Jesús, pues ella se encuentra entre los invitados más íntimos. Jesús mismo se unirá con sus discípulos al final. Como las bodas en esa región duran varios días y en ellas va participando gente más o menos emparentada con los novios es difícil prever los preparativos, provocando situaciones embarazosas, como ocurre en esta ocasión. Comenzó a escasear el vino, elemento indispensable en una boda oriental. María se da cuenta y advierte que el día más feliz de aquellos esposos se puede convertir en un día de gran disgusto por el ridículo a que se exponen. Sin que nadie se lo pida, se acerca a Jesús y le dice con sencillez: “no tienen vino”. Jesús entiende que le pide un milagro, como trasparenta su respuesta: “Mujer, aún no ha llegado mi hora”. Pero Ella conoce bien a su Hijo y sabe que hará lo que le ha pedido. Por eso, dice a los sirvientes: “Haced lo que Él os diga”. Lo que él les dijo fue: “llenad de agua las tinajas”. Las llenaron hasta el borde. Contenían unos seiscientos litros. Cuando los sirvientes se lo llevaron al metre para probarlo, sin decirle nada, éste se enfadó con el esposo, por haber hecho lo contrario de lo que se hacía siempre: dejar para el final el vino peleón y dar al principio “el de más calidad”.  El metre no sabía que Jesús había hecho “un milagro”. Los sirvientes sí lo sabían. Pero ignoraban que fuese también “un signo”. El signo del mejor vino que puede dar Jesús: el vino convertido en su Sangre en la Eucaristía. 

Segundo domingo de Navidad (5.1.2025) - Ciclo C

NUESTRO TESORO DE NAVIDAD

“Les da poder para ser hijos de Dios”

A este domingo segundo de Navidad le ocurre como al Ebro poco antes de fundirse con el Mediterráneo. Sus aguas ya no son tan dulces como en Zaragoza, pero todavía no son tan saladas como para considerarse del mar. No en vano es un puente que sirve de paso de Navidad a Epifanía. Por eso no llama la atención que el evangelio repita el que leímos el 25 en la misa del día: el famoso Prólogo del evangelio de san Juan. En él hay dos afirmaciones de excepcional importancia. La principal es que el Hijo Eterno de Dios y Dios verdadero como el Padre y el Espíritu Santo, se hizo verdaderamente hombre, uno de los nuestros en todo igual a nosotros menos en el pecado. Nada hay superior a esta realidad. La segunda idea es menos importante pero inmensamente grande: a quienes le han acogido, les ha hecho posible ser hijos de Dios. Es el maravilloso intercambio del que hablan los Padres de la Iglesia: Dios se ha hecho hombre para que el hombre participe de su divinidad. Por pura gracia, nosotros le hemos acogido, hemos recibido el bautismo y somos hijos de Dios. Subrayo el “somos”, no sólo “nos llamamos”. Ahora que comenzamos un año nuevo, quizás es oportuno preguntarnos si somos conscientes de esta maravillosa realidad y –lo que es más importante- si la vivimos. Porque, a veces, se verifica al pie de la letra lo que dice ese formidable libro que es Camino: “Vivimos como si el Señor está allá lejos, donde brillan las estrellas” (n.267). Debemos saber que “está siempre a nuestro lado. Y está como un Padre amoroso (…) ayudándonos, bendiciendo…y perdonando” (n.267).     

Sagrada Familia (29.12.2024) - Ciclo C

EL TESORO DE LA FAMILIA

“El Niño crecía en edad y sabiduría”

La familia es una realidad tan fundamental que Dios mismo no quiso prescindir de ella cuando se hizo hombre. Lo recordamos y celebramos estos días de Navidad. Jesús fue engendrado por el Espíritu Santo  en las entrañas de María, acogido como hijo por José a instancias de un ángel, después nació en Belén, enseguida sus padres tuvieron que huir a Egipto para librarle de Herodes, y, por último, se estableció en Nazaret donde creció como el hijo de María y del Carpintero. En su hogar aprendió a hablar, a andar, a comer, a ir los sábados a la sinagoga y escuchar las Escrituras, a trabajar y aprender un oficio con el que ganarse  la vida cuando murió José. Por último, como hemos hecho todos, un día voló de su hogar y marchó a predicar y, luego, a dar la vida para salvarnos del pecado y hacernos hijos de Dios. Dios ha querido que la vida nos llegue a través del amor de un padre y una madre y que en el ámbito de una familia hayamos aprendido todo lo más importante: la lengua que hablamos, las virtudes humanas que poseemos, las oraciones que rezamos, la fe que profesamos, el amor con que queremos a los demás, la convivencia con los distintos, la ayuda incondicional al que lo necesita,  la apertura a la comunidad social y política de la que formamos parte. Mientras celebramos hoy la “Fiesta de la Sagrada Familia”, demos gracias a Dios por la nuestra y pidamos por las que atraviesan un momento de dificultad por enfermedad, pérdida de seres queridos, pobreza, violencia o lejanía de la patria.   

Domingo 4 de adviento (22.12.2024) - Ciclo C

CORPUS EN NAVIDAD

“¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?”

Estamos en el camino de Nazaret a Aim Karen, la primera y más larga procesión del Corpus Christi. Porque en ella va María, embarazada del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Nadie lo sabe. Ni siquiera su queridísimo José, con quien está desposada. Pero lo cierto es que después de su “sí” al ángel, el Hijo eterno de Dios y Dios verdadero, ha comenzado a ser hombre en su seno. El ángel le ha dicho también que su anciana y estéril prima, Isabel, ha concebido milagrosamente un hijo. No ha sido necesario que le sugiera ir a ayudarla, dado que se encuentra en su sexto mes de embarazo. Su corazón es demasiado generoso para no marchar de inmediato. La llegada a casa de Isabel no pudo ser más inesperada. Tan pronto como estuvieron frente a frente para saludarse, Isabel sintió que el hijo que portaba en su seno dio un vuelco de alegría y a ella la colmó de gozo. Era el primer encuentro del Salvador con su Precursor, el Bautista. Isabel, inspirada por el Espíritu Santo, dijo unas palabras que, desde entonces, se han repetido millones y millones de veces en todas las lenguas y latitudes: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el futo de tu vientre”. Después, adelantándose cuatro siglos al concilio ecuménico de Éfeso (a. 431), hizo la primera profesión de fe sobre la maternidad divina de María: “¿Quién soy yo para que me visite la Madre de Dios?” Propongo a mis lectores, ante la ya inminente Navidad, aprovechar esta ocasión de oro para repetirle a la Virgen: “Bendita tú entre todas las mujeres”, pues nos has dado al Salvador. ¡Feliz Navidad! 

Domingo 30 del Tiempo Ordinario ( 27.10.2024) - Ciclo B

LOS MILAGROS EXISTEN

“Ten compasión de mí”

Jesús está en Jericó, antesala de su última etapa en Jerusalén. Le acompaña una gran muchedumbre. A la vera del camino hay un ciego. Se llama Bartimeo. Pide limosna. Cuando se entera de que Jesús está pasando, deja de pedir y comienza a gritar: “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí”. La gente le regaña y le insiste que se calle. No les hace caso. Grita más fuerte. Es su gran oportunidad y no quiere desaprovecharla: “Jesús, ten compasión de mí”. Jesús le oye y manda que le llamen. No le riñe como sus acompañantes. Tampoco pasa por alto, como ellos, la exclusión y pobreza que le causa su ceguera, ni se contenta sólo con una palabra de consuelo. Quiere resolver radicalmente su problema. Cuando a su pregunta: “¿qué quieres que haga contigo?”, responda a Jesús sin dudarlo: “Señor, que vea”, Jesús abre su corazón y deja que actúe su poder: “Pues que sea como tú quieres”. El ciego recobra la vista. Más aún, la gracia de hacerse discípulo. Se  olvida de Jericó, se une a la comitiva y se va tras Jesús. ¡Cuántos ciegos están hoy a la vera del camino de la vida sin saber de dónde vienen, a dónde van, qué sentido tiene lo que hacen, qué les espera después de la muerte! Muchos creen incluso que ven más, que tienen la clave para ser felices. Pero, más pronto que tarde, los hechos terminan descubriéndoles que el consumismo y el pasarlo bien a toda costa aumentan cada vez más su vacío, su hastío y su desesperanza. Pero Jesús sigue pasando. Basta que reconozcan que la falta de fe es la peor ceguera y que griten con Bartimeo: “Señor,  que vea”. Los milagros siguen existiendo.  

Domingo 29 del Tiempo Ordinario (20.10.2024) - Ciclo B

CONSTRUIR UN MUNDO NUEVO

“Sea el servidor de todos”

Seguimos en el camino hacia Jerusalén. Jesús acaba de hacer la tercera profecía de su pasión y muerte: “El Hijo del hombre será entregado y le condenarán a muerte”. La reacción de Santiago y Juan no puede ser más sorprendente: “Concédenos sentarnos en tu gloria, uno a la derecha y otro a la izquierda”. La de los demás no es menos desconcertante: “Los otros diez, al oírlo, se indignaron contra Santiago y Juan”, pues querían ser grandes. Están ciegos, no ven el contraste llamativo entre su ambición y la meta a la que Jesús camina. Nosotros tenemos con frecuencia la misma ceguera. A poco sinceros que seamos, hemos de reconocer que queremos sobresalir, llevar la voz cantante, decir la última palabra, imponer nuestras opiniones, orillar a los demás, ocupar los puestos de honor. Y esto sucede a diario en nuestra vida de familia, en el trabajo, en las reuniones sociales y pastorales. Semejantes manifestaciones delatan, además de ambición y soberbia, que somos víctimas de una gran mentira. Porque los discípulos de Jesús son grandes cuando se hacen pequeños, reinan cuando sirven, son los primeros cuando ayudan a quienes les necesitan. Esto es nuevo, radicalmente nuevo. Porque eso que llamamos “ambiente”, “clima social”, tiene un concepto de “grandeza” y de “servicio” muy equivocado, que se resume en una sola palabra: orgullo. Vale la pena meditar qué mundo resultaría si aceptamos la propuesta de Jesús: “el que quiera ser grande, que sea vuestro servidor”, “como el Hijo del hombre que ha venido no para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.