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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 33 del Tiempo Ordinario (15.XI.2015) - Ciclo B

EL FIN DEL MUNDO

“Sólo mi Padre sabe cuándo”

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Se acaban las hojas de la agenda y las del calendario. Los días se acortan y las noches se alargan cada vez más. Los árboles se quedan desnudos. El año litúrgico termina dentro de dos semanas y el civil en poco más de un mes. Todo nos habla de fin y de conclusión. La Iglesia se sirve de esta psicología para recordarnos el final del mundo y de la historia. Por eso, el evangelio de este penúltimo domingo del año cristiano anuncia el final del mundo y el de Jerusalén. Pero el lenguaje que emplea Jesús hace difícil precisar cuándo se refiere a la destrucción de la Ciudad Santa y cuándo a la destrucción del mundo. Con todo, una cosa es cierta: una y otra ocurrirán un día. Y otra: que el cuándo no lo saben ni siquiera “los ángeles”. En todas las épocas de la historia ha habido gente que decía que el fin del mundo era inminente. Cuando los bárbaros arrasaron Roma, el año 410, muchos pensaron que había llegado el fin. Otro tanto sucedió el 11 de septiembre de 2001, cuando fueron destruidas las Torres Gemelas. Pero ni vino el fin del mundo entonces ni ha venido ahora. Es inútil, por tanto, que nos vengan con sus cantinelas los horóscopos, los echadores de cartas, el último adepto de una secta o un fanático religioso. Ahora bien, si sería un error hacer caso a todos estos, no lo sería menos no hacérselo a Jesús. Llegará un día –ha sentenciado él- en que el sol y las estrellas dejarán de iluminar y todo el aparato construido por los hombres se vendrá abajo, como se vino abajo aquel prodigio de piedra y arquitectura que era el Templo de Jerusalén. El año 70 las tropas del futuro emperador Tito acabaron con él, tal como lo había predicho Jesús. Pasará nuestra vida. Pasará nuestra historia. Pasará el mundo. Sólo quedará en pie Dios para juzgar a vivos y muertos según nuestras obras. También a los que ahora juzgan, o no juzgan o juzgan mal. A todos. Lo hará sin chanchullos ni partidismos. No tengamos miedo. Pero sí precaución. Puede suceder en cualquier momento. Quizás hoy. “No sabéis el día ni la hora”, nos ha advertido Jesús. ¿Estamos preparados?        

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