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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 23 del Tiempo Ordinario (4.9.2022) - Ciclo C

LA PAGA DE LA ENTREGA TOTAL

“El que no renuncia a todo, no puede ser discípulo mío”

El evangelio de este domingo comienza con unas palabras que pueden asustarnos: “Si alguno viene a Mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío”. Son palabras muy exigentes. Quedan un poco rebajadas al estar dirigidas no a la muchedumbre sino a los Doce Apóstoles. A ellos les exigió dejar mujer, hijos, tierras, en una palabra: todo para pertenecer al grupo que debería llevar el evangelio hasta el último rincón de la tierra. Es lo que ha exigido a otras personas a lo  largo de los siglos y lo sigue exigiendo hoy. Yo conozco más de uno al que Jesús le ha dicho: Deja tu carrera, deja tu novia, deja tu ilusión de formar una familia numerosa y entra en el seminario, porque quiero que seas sacerdote. También conozco a chicos y chicas a quienes ha pedido algo semejante para vivir el celibato apostólico en medio del mundo. Sin embargo, tergiversaríamos el mensaje del evangelio si restringimos la exigencia radical del seguimiento de Cristo a unos pocos. Todos estamos implicados e incluidos en estas palabras: “Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por Mí, la salvará. Pues de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?” Ser discípulo de Jesucristo es exigente. Pero merece la pena, porque es lo  único que colma nuestros anhelos y apetencias de ser verdaderamente libres y felices. La alegría y la felicidad son “la paga” del que sigue al que salvó al mundo con la entrega de su vida.

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