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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 15 del Tiempo Ordinario (14.VII.2013- Ciclo C

LA COMPASIÓN PUEDE CAMBIAR EL MUNDO

“Vete y haz tu lo mismo”

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El Antiguo Testamento mandaba amar al prójimo. Pero “prójimo” era sólo el que pertenecía al mismo pueblo. Jesús rompe estas barreras. No se puede poner límites y decir que “mi prójimo” son los parientes hasta segundo grado, o los que viven en mi misma calle, o el que trabaja en mi misma fábrica, o el que no es emigrante, o el que me cae simpático. Jesús rechaza este criterio con la parábola del Buen Samaritano –que leemos en el evangelio de este domingo- y estable el suyo: “mi prójimo” es “el que me necesita”. Según la parábola, un hombre fue asaltado por unos salteadores que le dejaron medio muerto en el camino que bajaba de Jerusalén a Jericó. La situación del herido era de extrema gravedad y necesidad. Sin la ayuda de alguien, moriría sin remedio. Es evidente que ese hombre –y cualquiera que se encuentre en una situación parecida- necesitaba ayuda y que sólo el que se la prestase era su prójimo. También lo es que la ayuda a este hombre suponía complicaciones, pues había que cambiar de planes y perturbar la propia tranquilidad. Eso explica que le viesen dos personas y pasaran de largo. La preocupación por sus propios planes fue más fuerte que la compasión hacia el herido. Sin embargo, hay un tercero en el que puede más la compasión hacia el herido que su propia comodidad y sus planes, pues al verlo “sintió lástima, se le acercó, le vendó las heridas echándole vino y aceite y, montándolo en su cabalgadura, lo llevó a una posada y le cuidó”. No contento con esto, al día siguiente, cuando reemprendió su camino, dijo al posadero, después de darle un anticipo: “Cuida de él y lo que gastes de más, yo te lo pagaré a la vuelta”. Jesús había recurrido a esta parábola para responder a un doctor de la Ley que le había preguntado “quién es mi prójimo”. Ahora, Jesús le devuelve la pregunta y le dice: “¿quién se portó como prójimo?”. Era demasiado evidente la respuesta: “El que practicó misericordia con él”. Jesús sólo tuvo que añadirle: “Vete y haz tu lo mismo”. “Vete y haz tu lo mismo” con quien te necesite, nos dice a mí y a ti. ¿Qué mundo resultaría si hiciéramos caso a Jesús?      

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