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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 13 del Tiempo Ordianrio (30.VI.2013) - Ciclo C

NO SE PUEDE PONER CONDICIONES A JESÚS

“Tú vete a anunciar el Evangelio”

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Estamos en camino hacia Jerusalén. Jesús ha destruido todos los puentes que le unen con Galilea y se dirige hacia la ciudad santa, consciente de lo que allí le espera. A lo largo de su itinerario encontrará tres personas, que le darán la oportunidad de recordar cuáles son las condiciones para seguirle. Dos se acercan a él de modo espontáneo y le dicen que quieren irse con él. Otra, es llamado por Jesús mismo. Una no pone ninguna condición. Las otras dos sí. Una muestra su disposición a seguirle, pero antes ha de esperar a que muera su padre o, quizás, a darle sepultura, pues estaría de cuerpo presente. La otra muestra la misma intención, pero antes ha de ir a despedirse de su familia. Jesús es tajante y no acepta estas condiciones; “Deja que los muertos entierren a sus muertos” y “el que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no sirve para el reino de los cielos”, les replica. Es innegable que sus palabras son muy duras. Pero expresan con total claridad que el seguimiento que él exige es incondicional. Seguir a Jesús comporta siempre renuncias dolorosas. A veces, muy dolorosas. Sobre todo, respecto a la familia. Es el caso de un novio que tiene que dejar a su novia, porque siente que Dios le llama al sacerdocio. Es el caso de un hijo único, que siente la llamada de Dios a seguirle en el celibato apostólico. Es el caso del que está jugando con fuego en su vocación matrimonial. No es que Jesús legitime la falta de amor y respeto a la propia familia. Lo que quiere dejar claro es que las relaciones familiares vividas hasta entonces, no pueden ser las mismas, si él llama a seguirle. Jesús no necesita personas talentosas y llenas de cualidades. Lo que necesita son personas con las que pueda contar en todo y para todo. Personas disponibles. Personas que vayan de acá para allá según las exigencias del Reino de Dios. Lo demás lo hace él. No se trata de renunciar por renunciar. Se trata de renunciar para poseer. Casi suena a blasfemia llamar “renuncia” a dejar las cosas materiales para consagrarse en cuerpo y alma a Jesús. ¿Estoy decidido a soltar amarras, a cortar vinculaciones, a tomar decisiones por Él?

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