Blogia
LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 23 del Tiempo Ordinario (8. IX.2013) - Ciclo C

HAY QUE PREFERIR A JESÚS

“Para ser discípulo mío…”

_____________________________________________________

Estamos acompañando a Jesús en su camino hacia Jerusalén. Avanza con decisión y a buen ritmo. Le sigue mucha gente. Él no la desprecia, pero quiere que nadie se llame a engaño ni que le sigan con falsas esperanzas. Quien va detrás de él, tiene que saber cuáles con las condiciones y las exigencias que pone. Jesús señala tres: Primera: “odiar” al padre, a la madre, a los hijos, a los hermanos, incluso a sí mismo. Segunda: llevar la cruz de cada día. Tercera: renunciar a todos los bienes. ¿Es celoso Jesús de los amores humanos, y por eso pide “odiar” a los más íntimos? ¿Cómo podía serlo, si él mismo es  quien ha creado esos amores y ha mandado amar a los demás más que a uno mismo? La lengua hebrea, parca en vocabulario, emplea un término que no responde exactamente a nuestro castellano “odiar”. Lo que Jesús dice es esto: Quien se vea obligado a hacer una opción entre Él y otra persona, por cercana y querida que sea, debe optar por Jesús. Es lo que les ha ocurrido a más de uno y a más de una, cuando han tenido que dejar la novia para ingresar en el seminario y al novio para entregarse a Dios con radicalidad, dentro o fuera del mundo. Además, quien quiera seguir a Jesús, ha de cargar con su cruz de cada día. El “seguimiento” de Cristo o es total o no es tal seguimiento. No se pueden escoger sólo aquellos tramos de la vida que nos agradan. No. Hay que asumir también los que son dolorosos. Más aún, los que nos ponen en la suprema alternativa: ser fieles o ser traidores a cambio de conservar la vida. Los mártires –todos- no lo dudaron: prefirieron morir antes que renegar de Cristo y de su fe. Por último, hay que estar dispuesto a dejar todos los bienes, si él nos lo pide. El que da la misma respuesta que el joven rico del evangelio, tendrá la misma recompensa: “se fue triste”, porque era muy rico y prefirió sus riquezas a la propuesta de seguir a Jesús. Hoy sucede igual. Mucha gente tiene de todo, disfruta de todo… y está triste. ¿Qué ocurre? Que “eso” no da felicidad. Con la felicidad sucede como con el amor: ni se compra ni se vende. Se recibe como don. Pero antes hay que donarse del todo.         

0 comentarios