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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO QUINTO DE CUARESMA (21.III.2010) - Ciclo C

TÚ NECESITAS LA MISERICORDIA DE JESÚS

«¿Nadie te ha condenado?»

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Estamos en el Templo de Jerusalén, rodeando a Jesús mientras enseña. Tenemos que abrirnos para dar paso a una mujer que es empujada por un grupo de hombres que vociferan: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en adulterio. La Ley de Moisés dice que debe ser apedreada. Tú ¿qué dices?» Los que así hablan son fariseos y enemigos de Jesús. Piensan que, por fin, pueden pillarle en renuncio y hundirle. ¿Qué otra cosa puede hacer él, sino asociarse a su modo de proceder y pedir con ellos la lapidación de la mujer?. Si no lo hace, queda ante el pueblo como alguien que va en contra de la Ley de Moisés, que pervierte a la gente y al que todos deben darle la espalda. Si, en cambio, aprueba ahora la condena de esta mujer, aprueba también lo que ellos hacen con los pecadores y se verá obligado a desdecirse del trato afable que les dispensa. Se hace un profundo silencio, en espera de la respuesta de Jesús. Pero Jesús no habla. Prefiere inclinarse sobre el suelo y escribir con el dedo en el polvo. Al cabo de un tiempo, se yergue y sentencia: «El que de vosotros esté libre de pecado, que tire la primera piedra» Es un trallazo que rompe la coraza del corazón de los acusadores. Se inclina de nuevo y sigue escribiendo. Vuelve a erguirse y ve que todos se han ido y ha quedado únicamente la mujer. Jesús se dirige a ella y le dice: «¿Nadie te ha condenado?. Nadie, responde ella. Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar» Jesús no aprueba ni minimiza el adulterio de la mujer. Lo que ha hecho es pecado y va contra la voluntad de Dios. Por eso le exhorta a no volver a hacerlo. Pero en vez de condenarla, prefiere darle su misericordia. Como se la dio también a los acusadores, pues ninguno la condenó. Hoy, muchos se comportan como aquellos fariseos y echan barro, maledicencia y crítica sobre los que yerran y pecan. Otros, realizan no uno sino un montón de adulterios. Muchísimos, practican la prostitución o esclavizan con ella a tantas mujeres. Son incontables los que viven en concubinato. Jesús sale hoy al encuentro de todos y ofrece su misericordia. ¿Tú no la necesitas?      

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