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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO CUARTO DE CUARESMA (14.III.2010) - Ciclo C

EL PADRE DEL HIJO PRÓDIGO

«Estaba muerto y ha resucitado»

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Nunca Dios ha sido descrito con los trazos de la parábola del hijo pródigo, el evangelio de este domingo. Jesús muestra el comportamiento de Dios hacia dos tipos de hombres: los pecadores que vuelven a él y los justos que no entienden las entrañas misericordiosas de Dios. El hijo menor representa al hombre pecador. No sabe apreciar lo que es vivir con su padre y se marcha de casa. Usa de manera irresponsable sus bienes y los derrocha. Pero la vida libre se convierte para él en algo insoportable y su situación de necesidad llega a ser total. Sin embargo, le lleva a arrepentirse, le enseña a reconocer lo bien que estaba con su padre y, sin falso orgullo ni justificaciones, tiene el coraje y la humildad de reconocer su equivocación, y la confianza de volver junto a su padre. Este hijo representa a todos los pecadores que han cometido graves errores y pecados, pero se acercan a Jesús, como el ladrón arrepentido sobre la cruz. El padre representa a Dios. Cuando ve volver al hijo, su reacción no es de cólera o complacencia por la desgracia del hijo. Más que como un buen padre, reacciona como un padrazo: «Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo, ponedle el anillo en la mano y sandalias en los pies, traed el ternero cebado, matadlo y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado» El hijo mayor representa a los que son fieles al Padre, pero no saben apreciar lo que supone haber estado siempre en casa y no ven en el pecador arrepentido al hermano que ha vuelto a ella. Este hermano mayor necesita también que su padre se comporte con él como un padrazo. Y así lo hace. No regatea esfuerzos para lograr que vea las cosas como las ve él. Le recuerda lo que es vivir siempre con él y tener todo en común. Y le insta a que vea con sus mismos ojos al que ha vuelto y rehaga con él sus vínculos afectivos. Tú  y yo –y todos los hombres y mujeres del mundo- somos uno de estos dos hijos. Dios Padre quiere que nosotros volvamos a su casa y participemos de la alegría y la fiesta del amor. Y, si estamos en ella, que valoremos el inmenso don que esto significa.                

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