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LITURGIA DEL VATICANO II

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO (6.XII.09)- Ciclo C

MITO, HISTORIA Y MISTERIO

«Preparad el camino del Señor»

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Han pasado muchos años pero lo recuerdo con todo detalle. Había venido a verme un estudiante de primero de económicas para decirme que se había hecho marxista, aunque no quería renunciar a mi amistad. La charla fue animada y prolongada. Todavía me estoy viendo, con mis ardores de curita joven, decirle muy convencido, mientras agitaba unos evangelios: «Si me demuestras que esto es un cuento, cuelgo la sotana y me voy contigo. Pero si esto es historia, eres tú quien tiene que cambiar, porque esta historia te lo exige» He traído a colación esta anécdota, porque en aquella conversación yo insistía en que Jesucristo no es un mito ni una leyenda. Y no lo es, porque los mitos no han nacido ni vivido ni muerto en un momento concreto de la historia y en una geografía determinada. Jesús, en cambio, nació siendo emperador Tiberio; vivió en una región de la jurisdicción del rey Herodes; fue condenado por el gobernador Poncio Pilato; en su condena intervinieron muy activamente el sumo sacerdote Caifás y su suegro Anás. Tiberio, Herodes, Poncio Pilato, Anás y Caifás: todos ellos aparecen en el evangelio de hoy para hablar del Bautista, el Precursor de Jesús, y del mismo Jesús de Nazaret. El Dios en el que creemos los cristianos se hizo hombre, nació, vivió, murió y resucitó verdaderamente. No creemos en un mito, sino en algo real. Por eso, estamos dispuestos a jugarnos la vida por él. Y, con mayor motivo, a realizar todos los cambios de criterio, corazón y vida –que no son pocos- a los que nos convoca la voz del Bautista, que nos grita hoy con no menos fuerza y convicción que cuando predicaba junto al Jordán: «Preparad los caminos del Señor, porque llega Navidad y Dios-Hombre sólo puede nacer en quien, con humildad y verdad, reconoce sus pecados, los confiesa y se abre a su infinita ternura y misericordia. Al cabo de tantos años y de tantas vueltas, no encuentro mejores palabras que las que dije al joven marxista: «Si Jesús es historia y no leyenda, tienes que acogerle, seguirle y amarle». Con esta posdata: Juan predicaba la penitencia, pero era mensajero de la alegría. ¡Penitencia... y alegría son inseparables!         

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