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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO TERCERO DE ADVIENTO (13.XII) - Ciclo C

«Tiene en la mano el bieldo para aventar la parva»

JUSTICIA SOCIAL Y CONFESIÓN DE LOS PECADOS

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Estamos a la orilla del Jordán escuchando al Bautista. Con una fuerza inusitada predica la justicia social: «El que tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna», los que seáis recaudadores de tributos, «no exijáis más de lo establecido», los  soldados «no hagáis extorsión a nadie». Toda injusticia social entre los riquísimos (los montes) y los pobrísimos (los valles) debe ser eliminada o, cuando menos, reducida. Los caminos tortuosos de la corrupción y del engaño han de ser eliminados. Es un mensaje que nos suena, porque coincide con la idea que tenemos del profeta: alguien que empuja a cambiar de vida, que denuncia las estructuras del sistema, que señala con el dedo el poder en todas sus formas –religioso, económico, militar- y que no duda en decirle a la cara al tirano: «No te es lícito». Pero el Bautista hace una segunda cosa: da a conocer «la salvación» y puntualiza que ésta consiste «en la remisión de los pecados» y anima a recibir su Bautismo como signo de ella. Pero Juan sabe bien quién es. No es el Salvador, aunque algunos se pregunten si no será el Mesías que están esperando. Por eso añade con toda claridad: «Yo os bautizo en agua. Pero viene detrás uno que es más que yo, al que yo no soy digno de desatar la correa de la sandalia. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego» Aunque se sitúa en el surco de los grandes profetas, Juan es un profeta distinto a los otros del Antiguo Testamento. Los demás anunciaban una salvación futura. Él apunta con el dedo a una persona ya presente, y grita: «Helo ahí, en medio de vosotros»; «el que ha sido esperado por los siglos, está aquí» ¡Qué escalofrío debió recorrer el cuerpo de todos sus oyentes! Yo no soy el Bautista ni mis obras me respaldan como las suyas. Pero, como sacerdote de Jesucristo, me atrevo a gritarte, incluso con más fuerza que el Bautista: «Jesús es tu Salvador y el Salvador del mundo, y está en medio de nosotros. Conviértete a Él con obras de justicia y amor, y confiesa tus pecados». Porque sólo así la ya inminente Navidad será, de verdad, el Nacimiento de Jesús en tu vida. Que es de lo que se trata.                 

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