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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO TERCERO DE CUARESMA (7.III.2010) - Ciclo C

CUANDO TODAVÍA HAY TIEMPO

«Si no os convertís, pereceréis»

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El evangelio de hoy se parece mucho a la sección de sucesos de la televisión y de los periódicos. Unos galileos fueron a ofrecer un sacrificio al Templo de Jerusalén y, mientas lo ofrecían, Pilatos ordenó degollarlos. Dieciocho personas estaban junto a la torre de Siloé y, cuando menos lo esperaban, se derrumbó y los mató a todos. Jesús amonesta a sus oyentes a no sacar falsas conclusiones y les dice cómo deben reaccionar. Estaba muy difundida la opinión de que toda desgracia era un castigo divino por haber cometido alguna culpa. Según ese punto de vista, de la muerte de los galileos y de los que aplastó la torre, se podía sacar la falsa conclusión de que eran culpables y que todos los que no habían sido afectados podían seguir viviendo como hasta entonces. Jesús se opone vigorosamente a esta opinión y señala con toda claridad: ¡Todos deben convertirse, todos son culpables ante Dios, todos se encuentran en un camino equivocado, todos deben cambiar de vida! Gran lección para nosotros, que seguimos pensando que las desgracias son un castigo divino, cuando en realidad son un aviso para los no afectados. Jesús nos hace comprender que cuando vemos en la televisión imágenes tan impactantes como las de Chile y Haití, en lugar de quedarnos en un estéril «pobrecillos, qué mala suerte y qué desgracia han tenido», reflexionemos sobre la precariedad de la vida, sobre la necesidad de estar preparados y sobre la conveniencia de no estar excesivamente apegados a lo que podemos perder en cualquier momento. Incluida la vida. Pero esta noticia no es mala sino muy buena. Porque Jesús no sólo nos dice que hemos de cambiar, sino que podemos hacerlo. Nadie está excluido de la posibilidad de cambiar. Nadie puede ser considerado como irrecuperable. Es verdad que hay situaciones que parece que no tienen salida, como los que han perdido la fe, los que han roto  completamente con cualquier práctica religiosa, los  divorciados vueltos a casar o las parejas con hijos sin estar casados. También estos tienen la posibilidad de cambiar. Para los hombres es imposible, pero no para Dios.       

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