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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 21 del Tiempo Ordinario (25.VIII.2013) - Ciclo C

¿UNA PREGUNTA O UNA RESPUESTA?

“Entrad por la puerta estrecha”

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Hay una pregunta que siempre ha preocupado a los cristianos: ¿son muchos los que se salvan? Un día se la hicieron a Jesús, como nos cuenta el evangelio de este domingo. Jesús no contestó directamente, diciendo si eran muchos o eran pocos. Al contrario, dio un giro a la pregunta, sacándola del terreno de la curiosidad y llevándola al campo de lo que es imprescindible saber. Más que responder sobre el cuántos prefirió hablar sobre el modo. Actúa como un buen maestro que quiere educar a sus discípulos, llevándoles del terreno de la superficialidad al de la sabiduría, de las cuestiones intranscendentes a las cuestiones verdaderamente importantes de la vida. Por eso, le interesa menos el número de los salvados que el modo de salvarnos. A este respecto da dos claves: una negativa y otra positiva. La negativa es ésta: No basta pertenecer a un determinado pueblo, nación, estrato social o religioso para salvarse. La positiva es ésta: es necesario llevar una vida coherente. El evangelio de san Mateo lo dice, si cabe con más claridad, cuando habla de los dos caminos: el camino que lleva a la perdición y el camino que lleva a la salvación. El primero es ancho y carretero, el segundo es estrecho y empinado. ¿Quiénes van por el uno y por el otro? A veces, pensamos que el camino ancho y carretero –el camino fácil- es el de los malos, a quienes todo les sale redondo; mientras que el camino de los buenos está lleno de dificultades y sinsabores. Es un error de apreciación. El camino de “los impíos” –por emplear un término muy bíblico- comienza bien, pero a medida que lo van recorriendo se hace cada vez es más triste y penoso. La vida de muchas celebridades del cine, de la canción o del espectáculo lo prueba a diario. ¡Cuántos terminan emborrachados de alcohol, droga y sexo y… destrozados! Al contrario, el camino de “los justos” –también es una expresión bíblica- comienza siendo dificultoso, pero poco a poco se va llenando de alegría, consuelo, gozo y esperanza. Pero volvamos a la pregunta y la personalicemos: “¿Me salvaré yo?” La respuesta nos la da Jesús: mira cómo vives, examina el camino que estás recorriendo, pregúntate si eres coherente o no.        

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