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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 20 del Tiempo Ordinario (18 de agosto de 2013)- Ciclo C

PAZ Y GUERRA

“No he venido a traer paz sino guerra”

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Tengo un amigo sacerdote a quien su padre le puso ante esta alternativa: “O dejas el seminario o dejas de ser hijo mío”. Mi amigo estaba convencido de que Dios le llamaba a ser sacerdote y tuvo que preferir a Dios antes que a su padre. Conozco más personas que se han visto en una situación parecida. Los traigo a colación, porque aclaran muy bien lo que dice el Evangelio de hoy. Éste, en efecto, contiene algunas de las palabras más provocativas de Jesús: “¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra?. No. He venido a traer la división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: dos contra tres y tres contra dos; estará dividido el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la nuera contra la suegra y la suegra contra la nuera”. Son desconcertantes porque estas palabras han salido de la misma boca que dijo “Bienaventurados los pacíficos” y por quien fue anunciado al mundo con este mensaje: “Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz”. ¿Cómo se explica esta contradicción? Muy sencillo. Porque Jesús ha traído la paz verdadera y ha destruido la paz falsa. Ha venido a traer la paz y la unidad que conduce a la vida eterna y ha venido de quitar la paz que sólo sirve para adormecer las conciencias y llevarlas a la ruina. Ante Él hay decidirse. Y unos se ponen a su lado y otros se ponen en frente, unos le siguen y otros le combaten. Sus palabras y acciones fueron las mismas para los fariseos y para la gente sencilla. Pero los primeros le llamaron “endemoniado” y la gente sencilla le proclamó “el enviado de Dios”. Jesús señala que esta división puede tener lugar dentro de la misma familia: el padre y la madre contra el hijo o la hija, como le pasó a mi amigo. Más aún, puede tener lugar dentro de la misma persona, que se ve ante la alternativa permanente de seguir el amor o el egoísmo, la voluntad de Dios o los propios caprichos. Vale la pena optar por Jesucristo. El bien termina venciendo al mal. El padre de mi amigo terminó reconociendo su obcecación y hoy está feliz de tener un hijo sacerdote. En cualquier caso,¿qué mejor paga que jugarse la vida por ser coherente?         

 

 

 

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