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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo segundo de adviento (9.XII.2012) - Ciclo C

UN SUICIDIO MORAL Y SOCIAL

"Preparad el camino del Señor"

El Bautista es una de las tres grandes figuras de Adviento. Hoy entra en escena con su estilo vibrante y contundente: «Preparad el camino del Señor. Allanad sus sendas. Que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale». Más en concreto: «Convertíos de vuestros pecados». Quizás alguno, al oír este mensaje, se sonría y pregunte en tono burlón: ¿A estas alturas de la historia todavía seguimos hablando del pecado y sin enterarnos de que en una sociedad abierta y progresista cada uno tiene su propia verdad y su personal esquema de valores? Semejante pregunta, aunque chulesca y engreída, no invalida el mensaje del Bautista. Al contrario, lo hace aún más actual. Porque convertirse es, en el fondo, cambiar de criterio, de valoración, de modo de ver y juzgar las cosas. Luego vendrá el cambio de vida. Y a nadie se le oculta que, desde el punto de vista ético y religioso, en la España de hoy necesitamos cambiar de rumbo intelectual y existencial. A la vista de más de cinco millones de parados, de una economía en bancarrota, de una corrupción política, judicial, laboral y cívica rampante, ya no es posible negar que en el fondo de todo hay una profunda crisis moral de los individuos y de las instituciones, fruto del alejamiento de Dios. Si se vive como si Dios no existiera, ¿puede alguien extrañarse de que el campo social se convierta en una selva? Eso explica que nuestro problema número uno no es la crisis económica sino el “vivir de espaldas a Dios”. Como han señalado nuestros obispos, el afán «de dirigir nuestra propia existencia y la vida de la sociedad a nuestro gusto, sin contar con Dios» es, además de un «deseo ilusorio y blasfemo», una ruina social. Ante este panorama, nuestra pregunta obligada en la misma que formularon sus oyentes al Bautista: «¿Qué hemos de hacer» La respuesta es fácil de adivinar: «Volveos a Dios, dejad de avanzar hacia el abismo del nihilismo, de la idolatría de los bienes materiales y de la soberbia estéril. Si oímos esta voz, el resultado será el que anunciaba Juan: «Todos verán la salvación de Dios». Nuestro cuerpo social dejará de suicidarse. 

 

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