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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 29 del Teiempo Ordinario (20.X.2019) - Ciclo C

UN ARMA INFALIBLE

“Terminó haciéndole justicia”

****“Antes rezaba, pero ahora no, porque Dios no me escucha”. Cuando he oído ésta u otras afirmaciones parecidas, mi respuesta ha sido siempre la misma: “sigue rezando”. No era una respuesta prefabricada para salir del paso sino la voz de la experiencia y de la convicción. El Evangelio está lleno de hechos en los que Jesucristo demostró que nos escucha siempre que acudimos a él con humildad y perseverancia. El de este domingo es un ejemplo concreto. En una ciudad había un juez corrupto, soberbio y descreído. No tenía miedo a nada ni a nadie. Ni siquiera a Dios. Amparado en su omnímodo poder, se negaba a impartir justicia a una pobre viuda. Pero ella, con un  tesón inquebrantable, le importunaba un día sí y otro también para que dictara sentencia. Aburrido y cansado de ella, terminó haciéndola caso. Jesús razonaba así ante sus oyentes: si este juez, corrompido e injusto, terminó atendiendo a esta pobre viuda, ¡cuánto más escuchará Dios a quien le pide! Luego dedujo la consecuencia: por eso os digo que conviene orar con insistencia y sin desfallecer. Nosotros solemos nos olvidamos y, si acudimos a Dios, nos cansamos. Queremos que  Dios nos escuche enseguida y como esto no suele ocurrir, dejamos de pedir. Más de una vez me he preguntado por qué Dios no nos hace caso de inmediato siendo, como es, nuestro Padre. He sacado luz fijándome en lo que hacen los padres de la tierra. Cuando les pedimos una cosa razonable y conveniente, si está en sus manos, nos la dan. Sin embargo, suelen hacerse de rogar. No quieren hacernos sufrir sino que se estreche nuestra relación personal con ellos. Si nos la dieran de inmediato, quizás nos haríamos egoístas y aprovechados. “Haciéndose de rogar”, estimulan nuestra confianza y nuestro amor. Esto es lo que quiere Dios: que crezcamos en fe y confianza con él. Seamos, por tanto, perseverantes. Tengamos la misma santa tozudez que la viuda del evangelio  Esa es nuestra arma para hacer frente a nuestra absoluta impotencia ante tantas necesidades como tenemos. No lo olvidemos nunca. Seamos santamente tozudos.   

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