Domingo 33 del Tiempo Ordinario (19.11.2023) - Ciclo A
TRES VIDAS Y TRES SENTENCIAS
“Bien siervo bueno y fiel”
De un tiempo a esta parte se ha acentuado la autonomía del individuo de tal modo que cada uno hace lo que le place con lo que llama “suyo”: tiempo, cualidades, cuerpo, vida, alma, muerte. Piensa que no tiene que dar cuentas a nadie. Pero esto no es andar en verdad. Porque la verdad es que no nos hemos dado nosotros la vida ni la salud ni nada y que cuando la muerte nos dé una palmadita en la espalda y nos diga: cierra el libro de esta vida y prepara las maletas para “el más allá de la eternidad”, obedeceros sin pestañear. Entonces tendremos que dar cuentas de todo eso al dueño, que es Dios. Jesucristo, que nos ama demasiado, no ha querido que vivamos a oscuras y vayamos al precipicio. Lo ha hecho con una sencilla parábola, en la que Dios, bajo la imagen de un rico propietario, entrega parte de su hacienda a tres empleados, con la intensión de que lo exploten. A uno le dio cinco, a otro dos y a otro uno. Cuando volvió y pidió cuentas del fruto logrado, tanto el de cinco como el de dos, habían doblado el capital: diez y cuatro. A pesar de la diferencia cuantitativa premió a los dos de igual manera. Porque ambos habían merecido el calificativo de “siervo bueno y fiel”. Y ambos entraron en su casa para siempre. Pero el otro entregó lo mismo que recibió. Por eso el dueño le calificó como “siervo malvado, holgazán e inútil”. Éste no entró en la casa de Dios sino que se quedó fuera para siempre. No nos engañemos. Un día tendremos que rendir cuentas del uso o abuso de nuestra vida. Y recibir el justo veredicto. No se trata de meter miedo sino de vivir en verdad.
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