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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 6 de Pascua (5.V.2013)- Ciclo C

TRES REGALOS ANTES DE PARTIR

“Mi paz os doy”

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El evangelio de este sexto domingo de Pascua podría llamarse el “evangelio de los tres regalos”. Jesús, en efecto, al despedirse de sus discípulos les hace esta triple oferta: la comunión del Padre y de Él mismo, la promesa del Espíritu Santo y la donación de la paz. En primer lugar, la oferta de la comunión: “El que me ama, será amado por mi Padre y vendremos a él y haremos morada en él”. El que ama a Jesús no está solo, nunca está perdido ni abandonado a sí mismo, sino que –aunque sea de manera invisible-, Jesús y el Padre están a su lado y nunca le dejan solo en la tribulación. En segundo lugar, la promesa del Espíritu Santo: “El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”. Jesús deja a sus discípulos su palabra, su mensaje, sus mandamientos. A la hora de comprenderlo y vivirlo, los discípulos y todos los creyentes no contarán con sus únicas fuerzas, sino que tendrán siempre la ayuda del Espíritu Santo. Él no les enseñará nada nuevo. Su misión será explicarles lo que Jesús ha dicho y ha hecho, para que lo comprendan, lo trasmitan y lo vivan. Finalmente, la paz: “Mi paz os dejo, mi paz os doy. No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. ¿De qué paz se trata? No es la ausencia de la guerra o de conflictos entre naciones, grupos o personas. De ésta ya les habló en su momento. Ahora se refiere a la paz fundamental: la del corazón, la de la persona consigo misma y con Dios. Sin esta paz no es posible ninguna otra. Porque si millones de gotas sucias no hacen un mar limpio, tampoco millones de corazones inquietos pueden hacer una humanidad en paz. La paz que Cristo da a sus discípulos y que todos anhelamos es la paz que está por encima de la turbación, la ansiedad, el miedo, el nerviosismo. ¿Cómo lograr, al menos, un poco de esta paz? ¿En el sicólogo, en las drogas, en el alcohol, en el dinero, en el éxito, en el placer?. Esa paz es consecuencia de sentirse amado y querido por Dios, de saberse y sentirse hijos de Dios, de tener confianza en Dios. Lo demás son sucedáneos.           

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