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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 6 de Pascua (10. V. 2015) - Ciclo B

UN POZO ARTESANO DE AMOR

“Permaneced en mi amor”

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Todos sabemos cómo funciona un pozo artesano. Hay un manantial que origina el agua, un tubo que la extrae al exterior y un receptor que se beneficia del agua extraída. Lo más importante es, sin duda, el manantial. Pero de poco serviría disponer de una imponente bolsa de agua si no tenemos un instrumento para sacarla a la superficie. Y de poco serviría sacar a la superficie un gran chorro de agua de primera calidad si nadie quiere aprovecharla. Manantial, tubo de extracción y algo/alguien que recoja el agua son realidades íntimamente unidas. El evangelio de este domingo lo refleja perfectamente. Hay un manantial de amor: el Padre. Hay un instrumento que lo trae a la tierra: Jesucristo. Y hay unos receptores: los sarmientos que están unidos a la vid –los bautizados- y se benefician de ella. Jesús lo dice con toda sencillez: “Como el Padre me amó, así os he amado Yo. Permaneced en mí amor”. La cadena es perfecta: el Padre genera el amor, ese amor lo recibe y trasmite el Hijo y nosotros lo hacemos nuestro y lo comunicamos a los demás. Para ello es indispensable permanecer unidos a Jesús: “Permaneced en mi amor”. Permanecer en el amor que nos trasmite Jesús es no salirse de él por el egoísmo, el pecado y cualquier comportamiento indigno de la vocación cristiana. Pero hay que entenderlo bien: permanecer en el amor de Jesús no es sólo profesarle un amor afectivo, un sentimiento superficial. Es amarle con amor efectivo, con obras concretas de amor. “Si cumplís mis mandamientos permaneceréis en mi amor”. Guardar los mandamientos: ¡esta es la clave para saber que nuestro amor es verdadero!. Guardar todos los mandamientos, pero especialmente los dos que son principales: el amor a Dios y el amor a los demás. Ahora se comprende bien lo que decía el evangelio del domingo anterior: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Si el sarmiento permanece en la vid, da fruto abundante. Si no está unido a la vid, se seca y lo cortan”. Nosotros no podemos amar a Dios y al prójimo con nuestras propias fuerzas. Sin estar unidos a Jesús por la Eucaristía y la oración, nuestro amor será una quimera.

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