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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 21 del Tiempo Ordinario (27.VIII.2017) - Ciclo A

LA IGLESIA,PEDRO Y EL PAPA

"El infierno no la vencerá”

__________________________Una confesión, una promesa y un mandato. Este es el haz de  ideas del evangelio de este domingo. La confesión es ésta: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. Jesús había preguntado quién era él para la gente y los apóstoles habían dado unas respuestas muy elogiosas pero falsas. Elogioso, y grande, era compararle con el Bautista, con Elías, con Jeremías. Pero tales respuestas se quedaban cortas. Él era alguien distinto, otro tipo de persona. Pedro fue tajante y certero: “Tú eres el Mesías. Más aún, tú eres el Hijo de Dios”. La respuesta tenía tal relieve que ni él ni nadie podía haberla descubierto. Era un don, un regalo que le habían hecho. Así lo proclamó Jesús, cuando le dijo: “Dichoso tú, Simón, porque esto te lo ha revelado mi Padre”. Efectivamente, Jesús dirá en otra ocasión que “nadie conoce al Padre sino el Hijo ni nadie conoce el Hijo más que el Padre y aquel a quien se lo quiera revelar”. El mérito de Pedro no era haber hallado la respuesta sino haberla asumido y proclamado con fe. La respuesta agradó tanto a Jesús, que le llevó a revelarle un gran misterio y, a la vez, hacerle una promesa. El misterio era quién era él para Jesús y cuál sería el puesto que le daría en su Iglesia: “Tú eres piedra, tú eres roca, y sobre esta piedra-roca edificaré mi Iglesia”. ¡Nada menos! Por si fuera poco, añadió esta gran promesa: “Te daré las llaves del Reino de los Cielos, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo”. No sólo serás el cimiento de mi Iglesia, sino que tendrás en ella la máxima autoridad. Pedro debió quedar no sólo sorprendido sino abrumado. ¿Quién era él para que Jesús quisiera convertirle en alguien tan excepcionalmente importante? Pero en el evangelio de hoy todo es grande y desconcertante. También el mandato que Jesús da a sus apóstoles: no decir quién es “hasta que resucite de entre los muertos”. Los cristianos de hoy nos apoyamos en el Papa y vemos en él a Pedro, de quien es sucesor. Le miramos, le queremos y le seguimos. Y, a pesar de todas las persecuciones, trabas y enredos que ponen a la Iglesia, sabemos que no la destruirán ni impedirán su misión.   

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