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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 4 de Pascua (3.V.2020) - Ciclo A

UNA IMAGEN CIFRADA

“Y soy el Buen Pastor”

****La imagen de un joven vestido de pastor y con un cordero sobre sus hombros es uno de los iconos más antiguos del arte cristiano. Procede de un tiempo en que ser cristiano estaba mal visto y, con frecuencia, era merecedor de persecución y de burla. Había que recurrir a un lenguaje cifrado que sólo ellos entendiesen. Hoy no sería necesario, pues bastaría poner un letrero que dijese “Jesucristo, Buen Pastor”. Sin embargo, a los no familiarizados con la lectura del Evangelio, quizás haya que explicarles que la imagen descrita remite a una parábola, en la que Cristo explica lo que hizo él con todos nosotros: ir en nuestra busca y cargar sobre sus hombros la oveja extraviada y devolvernos al redil. Todo esto tiene hoy una especial actualidad y vigencia. Porque en este domingo, cuarto de Pascua, la Iglesia celebra la Jornada de oración por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Lo celebra este domingo porque el tiempo de Pascua es el más propicio para recordar que Jesucristo es el Buen Pastor que dio su vida por las ovejas y dispuso que, tras su Ascensión al Cielo y el envío del Espíritu Santo, otros siguieran sus pasos e hicieran lo mismo que él: entregar toda su vida por amor a los demás como sacerdotes y religiosos. Nadie tiene derecho a ello ni nadie puede presentarse voluntario. Sólo pueden serlo quienes sean llamados y donados por él y alcancen ese inmenso e inmerecido don mediante la oración al Padre. El coronavirus ha devuelto a la actualidad lo que significa disponer de un sacerdote que esté al lado de nuestros padres y esposos en el lecho mortuorio para darle la absolución y/o la unción de enfermos, o al pie del altar para dar la Primera Comunión a nuestros hijos y nietos, administrarles apenas nacidos el santo bautismo,  casarles cuando sean mayores, celebrarnos a todos la Santa Misa cada domingo y cada día, predicarnos la Palabra de Dios, enseñarnos a rezar y a practicar el bien. Bienvenida sea, pues, la Jornada para rezar a Dios para pedirle que nos mande muchos y santos sacerdotes. No nos cansemos, porque la mies sigue muy abundante y los obreros pocos.                       

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