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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 18 del Tiempo Ordinario (2.VIII.2020) - Ciclo A

EL MILAGRO DE CADA DOMINGO

“Dadles vosotros de comer”

*** Atardece en las proximidades del lago de Genesaret. Una inmensa multitud está con Jesús a quien ha escuchado durante el día. Los discípulos piden que la despida, porque no hay alimento. Jesús no piensa así: “Dadles vosotros de comer”. Sólo hay cinco panes y unos peces, algo ridículo para unos cinco mil hombres, más las mujeres y los niños. Pero Jesús insiste: Traedlo y haced que se sienten en grupos de unos cincuenta. Luego, da gracias, bendice los panes y los peces y se los da a sus discípulos para que los compartan con la multitud. Les prepara así para la futura misión apostólica, en la que deberán llevar a todos los hombres y mujeres del mundo el alimento de la Palabra de vida y del Sacramento. Ellos obedecen y se realiza el prodigio: comen todos hasta saciarse y sobran doce canastos. “Dadles vosotros de comer”, nos dice ahora a quienes somos sus discípulos, especialmente si participamos en la Eucaristía de cada domingo. Dad de comer a tantos que ya lo necesitan y a cuantos lo van a necesitar enseguida por los efectos del coronavirus o por situaciones inveteradas que, lejos de corregirse, van en aumento. “Pensando en la multiplicación de los panes y los peces, hemos de reconocer que Cristo sigue exhortando también hoy a sus discípulos a comprometerse en primera persona”, porque “la Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse ‘pan partido’ para los demás y, por tanto, trabajar por un mundo más justo y fraterno” (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, n. 88). Pensemos en los que no tienen trabajo, sobre todo, si tienen hijos, en los que lo han perdido o van a perderlo y recordemos que los cristianos han procurado desde el principio compartir sus bienes y ayudar a los pobres. Para eso nacieron las colectas en la misa. Pero estemos atentos, como Cristo, no sólo a la necesidad material, porque él quiere dar algo más, pues sabe muy bien que el hombre siempre tiene hambre de algo más. Ser cristiano y participar en la Eucaristía es mucho más que formar parte de un club de amigos y celebrar juntos unos ritos. Es encontrarse con Cristo en el altar de la iglesia y en el altar de la vida. Este es el gran milagro de hoy.                  

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