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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 30 del Tiempo Ordinario (25.10.2020) - Ciclo A

NI EL PRIMERO NI EL SEGUNDO

“Y al prójimo como a ti mismo”

*** Estamos en Jerusalén. Jesús acaba de responder a una pregunta insidiosa de los saduceos sobre la resurrección. Ahora toman el relevo los fariseos. Más en concreto uno de sus doctores. Viene con una pregunta no menos insidiosa y el mismo objetivo. La pregunta es ésta: Nosotros hemos encontrado 613 mandamientos en la Ley de Moisés. ¿“Cuál es el primero de ellos”? Jesús no duda un instante y le responde con absoluta claridad. “El primer mandamiento es éste: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. No eran unas palabras desconocidas para él, porque todos los israelitas las recitaban cada mañana y cada tarde desde que tenían doce años. Muchos incluso las llevaban alrededor de su frente en una gran filacteria. A pesar de ello, no habían descubierto que el primer mandamiento, que lo primero que Dios quiere del hombre, que lo que el hombre debe hacer antes que cualquier otra cosa es amar a Dios con todo su corazón, alma y mente. Es decir con todas sus facultades y capacidades. Ese Dios no es un vago ser divino sido el Dios  personal revelado. El amor ha de ser, por tanto, también personal, de persona a persona. Pero la respuesta de Jesús fue más lejos que la pregunta. El doctor de la ley había preguntado cuál era el primer mandamiento. Nada más. Jesús añade por su cuenta. “El  segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Y sentenció: “Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas”. Si antaño –y ahora en no pocos casos- el peligro estuvo en quedarse a medias por arriba, ahora el peligro estriba en lo contrario: en separar el segundo mandamiento del primero. Más aún, eliminar el primero o entronizar el segundo, dejando a éste sin su referente esencial. La Palabra de Dios siempre resuelve las cosas justamente. Jesús, que dijo que el primer mandamiento es amar a Dios con todas nuestras fuerzas y capacidades, añadió que había un segundo inseparable: amar al prójimo como a nosotros mismos, más aún, como él nos amó. ¡Nos queda mucha tarea por delante a todos!                     

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