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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 4 de Pascua (8.5.2022) - Ciclo C

EL SACERDOTE ES IMPRESCINDILE 

“Mis ovejas escuchan mi voz”.

Predicar la Palabra de Dios en nombre y con la autoridad de Cristo, celebrar la Eucaristía y perdonar los pecados en el sacramento de la Penitencia son tareas que sólo puede realizar el sacerdote. Sin ellas no existen comunidades cristianas capaces de ser fermento en todos los ambientes: la familia, el inmenso y variadísimo campo del trabajo, la política, el deporte... Los sacerdotes, por tanto, son necesarios, más aún, imprescindibles. Ciertamente todos los bautizados forman parte del Pueblo de Dios y están implicados en la misión de Jesucristo. Pero el mismo Jesucristo ha querido que sólo algunos de ese Pueblo sacerdotal reciban el sacerdocio ministerial y puedan celebrar la Eucaristía y perdonar los pecados. Desde hace unos años se ha iniciado una bajada llamativa en las vocaciones. No se trata de elegir la carrera del saeerdocio, como se elige ser médico, ingeniero o informático. Para ser sacerdote hay que ser llamado por Dios. Porque es un don, un regalo que nadie merece ni al que nadie tiene derecho. Pero el que haya pocas vocaciones no se debe a que Dios ahora llame menos o sea menos generoso que en otras épocas. Dios sigue llamando a muchos. Quizás a ti, que me estás leyendo. Pero hay demasiado ruido en nuestro mundo. Sin el silencio de la oración, de la entrega generosa, de la devoción a la Santísima Virgen es imposible oír, acoger y seguir la voz de Dios. Por eso, hoy, Jornada de oración por las vocaciones, es día de pedir por la fidelidad y santidad de los que ya son sacerdotes y porque los jóvenes y adultos respondan cuando Dios les llama.

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