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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 20 del Tiempo Ordinario (20.8.2023) - Ciclo A

LA FE QUE MUEVE MONTAÑAS

“Mi hija tiene un demonio muy malo”

Impresionante. Esta es la palabra más adecuada para calificar el evangelio de este domingo. Jesús está en territorio de paganos, no entre los suyos. Mientras camina con sus discípulos, una mujer comienza a gritarle: “Hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo”. Jesús sigue caminando sin hacerle caso. Ella también sigue gritando. Más aún, acelera el paso, se pone delante de él, se postra de rodillas y le repite su petición. “No está bien dar a los perros el pan de los hijos”, le contesta Jesús. Ella está de acuerdo, pero en un arranque de madre replica: “Es verdad, pero los perros también comen las migajas de las mesas de sus señores”. Jesús se da por vencido y le contesta desde el corazón: “Mujer qué grande es tu fe, que se haga como deseas”. Y curó de inmediato a su hija. ¡Ya me gustaría a mí, siendo como soy sacerdote, que Jesús me dijera otro tanto cuando le pido por las personas que me exige el ministerio, por mis familiares y amigos y por mí. Con todo, esta mujer debe ser, para mí y para todos –sobre todo para las madres-, un estímulo y un manantial de confianza para seguir pidiendo, aunque sea de modo menos perfecto que el de ella; y para no desanimarnos nunca si el Señor se hace el sordo y da la impresión de no hacernos caso. Nos quiere demasiado para obrar así. Quíen ha dado la vida por nosotros, no puede luego ser mezquino en ayudarnos. Pidamos, gritemos si es preciso, insistamos aunque el caso nos parezca desesperado. Él sólo quiere ponernos a prueba y templar nuestra fe. La perseverancia es garatía de éxito.          

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