Domingo 30 del Tiempo Ordinario ( 27.10.2024) - Ciclo B
LOS MILAGROS EXISTEN
“Ten compasión de mí”
Jesús está en Jericó, antesala de su última etapa en Jerusalén. Le acompaña una gran muchedumbre. A la vera del camino hay un ciego. Se llama Bartimeo. Pide limosna. Cuando se entera de que Jesús está pasando, deja de pedir y comienza a gritar: “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí”. La gente le regaña y le insiste que se calle. No les hace caso. Grita más fuerte. Es su gran oportunidad y no quiere desaprovecharla: “Jesús, ten compasión de mí”. Jesús le oye y manda que le llamen. No le riñe como sus acompañantes. Tampoco pasa por alto, como ellos, la exclusión y pobreza que le causa su ceguera, ni se contenta sólo con una palabra de consuelo. Quiere resolver radicalmente su problema. Cuando a su pregunta: “¿qué quieres que haga contigo?”, responda a Jesús sin dudarlo: “Señor, que vea”, Jesús abre su corazón y deja que actúe su poder: “Pues que sea como tú quieres”. El ciego recobra la vista. Más aún, la gracia de hacerse discípulo. Se olvida de Jericó, se une a la comitiva y se va tras Jesús. ¡Cuántos ciegos están hoy a la vera del camino de la vida sin saber de dónde vienen, a dónde van, qué sentido tiene lo que hacen, qué les espera después de la muerte! Muchos creen incluso que ven más, que tienen la clave para ser felices. Pero, más pronto que tarde, los hechos terminan descubriéndoles que el consumismo y el pasarlo bien a toda costa aumentan cada vez más su vacío, su hastío y su desesperanza. Pero Jesús sigue pasando. Basta que reconozcan que la falta de fe es la peor ceguera y que griten con Bartimeo: “Señor, que vea”. Los milagros siguen existiendo.
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