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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 2 de Cuaresma (24.II.2013) - Ciclo C

POR LA CRUZ A LA GLORIA

“Se trasfiguró ante ellos”

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Han pasado ocho días desde que Jesús anunció a los apóstoles que sería crucificado. Hoy, en lo alto de un monte y acompañado de sus tres discípulos predilectos: Pedro, Santiago y Juan completará el cuadro. Si antes había anunciado su cruz, hoy va a anunciar su gloria, su resurrección. En un momento, el que no parecía Dios, se trasfigura y, sin dejar de ser hombre, aparece como Dios. Sus vestidos se vuelven más blancos que la nieve. Entra en conversación con Moisés, el máximo representante de la Ley, y Elías, el representante máximo de los profetas. Hablan de lo mismo que había hablado en Cesarea de Filipo con sus discípulos: de su muerte. Hay que dejar claro que esa muerte no es un accidente fortuito en su vida sino que entraba en los planes del Padre, que lo había anunciado ya por la Ley y los Profetas. Cuando, una vez resucitado, camine con los dos discípulos de Emaús, tendrá que recordárselo y encender así la lámpara de la fe perdida. Lo mismo hará con el resto de los Apóstoles. Pero antes había que aprender la lección: muerte y gloria son inseparables. No sólo porque la gloria viene después de la muerte, sino porque la gloria viene a través de la muerte. Por eso, hoy los apóstoles tienen que escuchar al Padre: “Este es mi Hijo”. Tal revelación no podrán olvidarla en ningún momento. Suceda lo que suceda, Jesús es y seguirá siendo el Hijo de Dios. También cuando le estén crucificando. Precisamente, porque lo olvidaron, todos huyeron cobardemente. Los discípulos de hoy tampoco podemos olvidarlo. Cuando se cierran los seminarios y se vacían los conventos, cuando hay una desbandada general, cuando tantos discípulos tienen miedo de decir que lo son, cuando todo el mundo tiene patente de corso para despreciar la doctrina e insultar la persona de Jesús, es la hora de recordar que muerte y vida, derrota y gloria, son inseparables. ¡Pasará la tormenta y volverá a brillar el sol de la fe y de la entrega! Del “resto” que permanezca fiel, Dios se servirá para probar que Jesucristo es el Señor de la historia y el único Redentor del mundo. ¡Es, pues, la hora de la fidelidad y de la fe!        

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