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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo cuarto del Tiempo Ordinario (3.II.2013) - Ciclo C

¿REACCIONAMOS YA COMO LOS NAZARENOS?

“Nadie es profeta en su patria”

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Seguimos en el mismo lugar que el domingo anterior: en la sinagoga de Nazaret. Sin embargo, los evangelios de san Mateo y san Marcos hacen pensar que han trascurrido varios meses entre lo que san Lucas narraba el día anterior y lo que nos cuenta hoy, por más que a primera vista dé la impresión de que todo sucede el mismo día. Es más coherente y lógico pensar que no es así. Porque se explica mejor que los nazarenos tengan dos reacciones contrarias si hay dos supuestos distintos; y, sobre todo, que Jesús traiga a colación que sus paisanos puedan decirle que haga en su pueblo lo que había hecho en Cafarnaún. Todo encaja mejor, si su llegada a Nazaret sucede después de haber obrado en Cafarnaún la resurrección de la hija de Jairo. Sea como fuere, lo cierto es que el evangelio de hoy certifica que los paisanos de Jesús no están dispuestos a que “el hijo del carpintero” –uno más de ellos- pueda ser el enviado de Dios. Y reaccionan con extrema violencia hacia Jesús: le echan mano y deciden llevarle a lo alto de la colina para despeñarlo y acabar con él. El que había resucitado a una muerta, no tuvo mayor dificultad en escabullirse y -como apunta san Lucas- “Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba”. Nuestra España, y en general Europa, ha sido para el cristianismo lo que Nazaret fue para Jesucristo: el lugar donde él se ha criado. Pero nosotros corremos el riesgo de reaccionar como los nazarenos. Quizás habría que matizar y decir que ya hemos empezado a recorrer ese camino, cuyo final no puede ser otro que el desastre. Porque sin Dios, la vida nunca termina bien. Podemos enloquecernos con una quimérica libertad y –como el hijo pródigo- marcharnos de casa, pensando que de espaldas a Dios vamos a ser felices. ¡Los hechos nos sacarán de nuestras ensoñaciones! Miremos dónde estamos ya: matando a seres inocentes antes de nacer, llenando de tristeza a los hijos del  divorcio exprés, sembrando todos los estratos de la sociedad de corrupción y llevando al paro a millones de conciudadanos, especialmente jóvenes. No hay más salida que abrirnos al Dios-Amor revelado en Jesucristo.             

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