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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 5 del Tiempo Ordinario (10.II.2013) - Ciclo C

PODEMOS FIARNOS DE JESÚS

“Apártate de mí, que soy un pecador”

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Estamos en el lago de Genesaret, cerca de Cafarnaún. Jesús no se ha desanimado tras el rechazo violento de sus paisanos y se ha puesto a predicar. Hay tanta gente, que ha subido a la barca de Pedro para que puedan verle y oírle mejor. Terminada la predicación, da esta orden a Pedro: “Rema mar adentro y echad las redes para pescar”. No es tiempo propicio, porque es de día y el tiempo adecuado es la noche. Además, hay un agravante, que le recuerda Pedro, pescador de oficio: “Hemos estado pescando toda la noche y no hemos cogido nada”. Pedro, no obstante, obedece. Enseguida va a tener una experiencia inolvidable: hoy comprenderá lo que significa llevar a cabo un encargo de Jesús y lo secundarias que son las escasas probabilidades de éxito y las incapacidades personales. En adelante sabrá lo que implica ser colaborador de Jesús. Porque puesto a pescar, no sólo coge algunos peces de buen tamaño, sino que hace una redada tan grande que la barca se hunde. Más aún, tiene que llamar a los Zebedeos que vengan con la suya y ésta también se llena. La pesca abundantísima demuestra a Pedro que puede fiarse de la palabra de Jesús. Le demuestra también que él no está en el mismo plano. Por eso, cuando llega a tierra, se echa a sus pies y le dice con absoluta convicción: “Apártate de mí, que yo soy un pecador”. Como tendrá ocasión de experimentarlo la noche triste de su triple negación, Jesús no se aleja de los pecadores ni les deja a su suerte. Por hoy basta que retenga estas palabras del Señor: “No tengas miedo, desde hoy serás pescador de hombres”. Es como decirle: “Tú pon de tu parte la experiencia y conocimientos que poseas. Pero eso no es lo importante para que tengas éxito. Lo importante es que te fíes de Mí. Tú me pescarás hombres porque te mando Yo”. Todos los que hemos sido llamados por Jesús a colaborar en esta tarea –incluidos los padres, respecto a la trasmisión de la fe a sus hijos-, deberíamos aprender bien la lección: el servicio apostólico no se fundamenta en nuestras capacidades ni en nuestra buena voluntad sino en el encargo recibido y en el poder del Señor.

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