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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 4 de adviento (22.12.2024) - Ciclo C

CORPUS EN NAVIDAD

“¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?”

Estamos en el camino de Nazaret a Aim Karen, la primera y más larga procesión del Corpus Christi. Porque en ella va María, embarazada del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Nadie lo sabe. Ni siquiera su queridísimo José, con quien está desposada. Pero lo cierto es que después de su “sí” al ángel, el Hijo eterno de Dios y Dios verdadero, ha comenzado a ser hombre en su seno. El ángel le ha dicho también que su anciana y estéril prima, Isabel, ha concebido milagrosamente un hijo. No ha sido necesario que le sugiera ir a ayudarla, dado que se encuentra en su sexto mes de embarazo. Su corazón es demasiado generoso para no marchar de inmediato. La llegada a casa de Isabel no pudo ser más inesperada. Tan pronto como estuvieron frente a frente para saludarse, Isabel sintió que el hijo que portaba en su seno dio un vuelco de alegría y a ella la colmó de gozo. Era el primer encuentro del Salvador con su Precursor, el Bautista. Isabel, inspirada por el Espíritu Santo, dijo unas palabras que, desde entonces, se han repetido millones y millones de veces en todas las lenguas y latitudes: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el futo de tu vientre”. Después, adelantándose cuatro siglos al concilio ecuménico de Éfeso (a. 431), hizo la primera profesión de fe sobre la maternidad divina de María: “¿Quién soy yo para que me visite la Madre de Dios?” Propongo a mis lectores, ante la ya inminente Navidad, aprovechar esta ocasión de oro para repetirle a la Virgen: “Bendita tú entre todas las mujeres”, pues nos has dado al Salvador. ¡Feliz Navidad! 

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