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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO (20.VI.2010) - Ciclo C

¿QIÉN ES PARA TI JESÚS?

«Tú eres el Mesías de Dios»

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¿«Quién es Jesús»? Esta es una pregunta que recorre el evangelio. Se la formuló la gente, cuando Jesús perdonó a la pecadora; Herodes, cuando oyó las cosas extraordinarias que le contaban de Él; y los apóstoles después que calmó la tempestad en el lago de Tiberíades. Como no podía ser menos, el pueblo no sólo se hizo la pregunta sino que dio su veredicto: era Moisés o Elías, que habían vuelto a la vida. Los más parcos no llegaban a tanto, pero no dudaban en afirmar: es «un gran profeta».Algo semejante ocurre hoy. Muchos dicen que Jesús es un superstar, un gran líder social, un superhombre. No era poco lo que la gente decía entonces y dice hoy. Pero es del todo insuficiente. Por eso, Jesús se dirige a los Apóstoles y les pregunta: «Vosotros ¿quién decís que soy Yo?» Espera de ellos algo más que del pueblo. Pedro dice ese «algo más»: «Tú eres el Mesías de Dios», Tú eres el Salvador definitivo que Dios ha enviado al mundo para salvarle del todo y para siempre. Jesús se siente satisfecho. Pedro, en efecto, ha indicado con claridad cuál es la identidad de Jesús. Ahora Jesús ya puede manifestarle cuál es su destino y, enseguida, cuál ha de ser el seguimiento al que él y todos los demás están llamados. Identidad, destino y seguimiento forman un todo. La identidad es que Jesús es Dios y el Mesías enviado por el Padre. Su destino no es el de ser un Mesías temporal y político con el que soñaba la gente, sino un Mesías doliente y sufriente, un Mesías para quien el dolor y pasión son el camino necesario para el triunfo de la Resurrección. El seguimiento de los que quieran ser discípulos suyos consistirá en recorrer el mismo camino. Un camino que no conduce directamente a la plenitud de la vida y a la gloria, sino que se alcanza a través de lo contrario: la pasión y muerte violenta. Este es también nuestro camino. Porque Jesús, cierra la secuencia con estas palabras: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que pierda su vida por mi causa, la salvará».        

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