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LITURGIA DEL VATICANO II

CORPUS CHRISTI (6.VI.2.010) - Ciclo C

¿NO SERÁ UNA EXAGERACIÓN?

«Tomad y comed, esto es mi Cuerpo»

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Los americanos tienen su Memorial Day, en el que recuerdan sus caídos de todas las guerras. Los hindúes el Ghandi Memorial, un parque en Nueva Delhi que les recuerda  lo que ese héroe fue e hizo por ellos. Los cristianos tenemos también nuestro Memorial Day: es el Corpus Christi, en el que recordamos el acontecimiento del que ha nacido toda la humanidad: la muerte de Cristo. Pero nuestro memorial no admite parangón con el americano, el hindú o cualquiera otro. Todos estos son incapaces de hacer que los muertos vuelvan a la vida o que el pasado se haga presente. Son un mero recuerdo; a lo más, una presencia intencional. Nuestro Memorial Day, en cambio, es mucho más que un recuerdo: es presencia verdadera y real de Jesucristo en la Eucaristía. Cuando cantamos «Dios está aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor», en nuestro popularísimo «Cantemos al Amor de los amores», no hacemos poesía lírica. Proclamamos esta verdad incomparable, la que nadie hubiera podido soñar: que Dios vive entre nosotros, con nosotros. Para proclamarlo nació el Corpus Christi. Hacía siglos que la Iglesia celebraba el Jueves Santo, conmemorando la institución de la Eucaristía. Pero había que gritar esa presencia, proclamarla de modo solemne, lanzarla a los cuatro vientos, para que nadie se habituase nunca a ella y nos hiciéramos acreedores a la reprensión del Bautista: «En medio de vosotros está uno a quien no conocéis». Una hipótesis que, por desgracia, ya se había verificado. Porque, cincuenta años antes del Corpus Christi, el cuarto concilio de Letrán se había visto obligado a prescribir que los cristianos recibieran la Eucaristía, al menos, «una vez al año». Todavía hoy muchos siguen teniendo necesidad de cumplir este mandato. Otros, en cambio, deberían pararse a pensar las palabras de san Pablo: «Quien come indignamente el Cuerpo del Señor, come su propia condenación». Pienso, además, en tantísimos que «saben» que Jesús está vivo en el sagrario. Pero lo ignoran con los hechos.

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