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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 33 DEL TIEMPO ORDINARIO (14. xi. 2010) -Ciclo C

NUEVO ORDEN MUNDIAL Y

FIN DEL MUNDO

«Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá»

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Encima de mi mesa hay una entrevista de un experto de la ONU que lleva este título: «El Nuevo Orden Mundial busca la desaparición de la Iglesia Católica». En el interior lo razona así. Quieren –dice- imponer políticas anticonceptivas, divorcistas, abortistas, de perversión de los derechos humanos, incluso cambiar la misma naturaleza del hombre y de la mujer, y del matrimonio. También una religión subjetivista y relativista, sin principios ni valores inmutables. La ética judeocristiana es incompatible con los paradigmas del Nuevo Orden Mundial. Por eso, la guerra contra la Iglesia Católica es total y cada vez será más descarada. Tras ese razonamiento se formula esta pregunta: «¿Qué es lo que nos viene?» Y responde: «Una persecución a la Iglesia Católica o a los restos de quienes permanezcan fieles». Pienso que no le falta razón en el juicio global y, por lo mismo, que puede ayudarnos para comprender el evangelio de este domingo, donde Jesús describe con rasgos muy gruesos la suerte final de Jerusalén y del mundo: «No quedará piedra sobre piedra, todo será destruido. Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel. Y hasta vuestros padres, parientes, hermanos y amigos os traicionarán. Todos os odiarán por causa de mi nombre». Sería terrible si Jesús no hubiera añadido: «No tengáis pánico», porque «ni  un cabello de vuestra cabeza perecerá». Jesús no ha mentido a sus discípulos sobre el futuro que los aguarda. Al contrario, ha querido librarnos de ilusiones y prepararnos a afrontar la realidad. Tendremos dificultades y persecuciones. Muchas y muy fuertes. Pero tendremos también su ayuda. Y, al final de todo, si somos fieles, un gran horizonte de luz se abrirá para nosotros: la vida en plenitud y para siempre. Realistas, pues, pero no asustados. Con la gracia de Dios, seremos fieles y llegaremos a la meta del Cielo.         

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