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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO (27.VI.2010) - Ciclo C

LAS CONDICIONES LAS PONE ÉL

«Tú, vete a anunciar el reino de Dios»

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Estamos en el camino que va de Galilea a Jerusalén. Jesús ha decidido romper puentes con su tierra y dirigirse hacia la ciudad en la que le espera el sufrimiento y la muerte. Durante el camino recordará cuáles son las condiciones para seguirlo. Le darán pie a ello tres personas que quieren ser discípulos suyos. Dos de ellas se le acercan de modo espontáneo. A al otra, la llama él. La primera expresa su incondicional disponibilidad: «Te seguiré a donde quiera que vayas». Jesús no hace como los políticos, que sólo hablan de las dificultades cuando han sido elegidos. Al contrario, quiere que, quien le siga, lo haga bien consciente de lo que le espera: «Las zorras tienen madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Jesús no tiene un lugar fijo donde alojarse y depende de la acogida que se le dé. Es libre de todos y de todo. La misma libertad y el mismo desprendimiento exige a quien quiera seguirlo. Las otras dos ponen condiciones: «Te seguiré cuando haya muerto mi padre», dice una. «Déjame ir a despedirme de los míos», dice la otra. Pero Jesús no acepta estas condiciones, en las que se sienten atadas por la familia. Es innegable que sus palabras son muy duras y que expresan con extremada claridad que exige un seguimiento incondicional. Quien quiera seguirle, no puede poner ninguna condición, aunque las renuncias sean muy dolorosas. Es evidente que con esas palabras «duras» Jesús no legitima la falta de respeto y amor a la propia familia. Él mismo hará suyo el cuarto precepto del Decálogo y dirá cosas muy fuertes contra quienes traten de quebrantarlo con pretextos pseudoreligiosos. Pero no es menos cierto que su seguimiento implica que las relaciones familiares vividas hasta ese momento, no pueden continuar de igual modo. La mirada no ha de quedar fija en el pasado. Ha de dirigirse con decisión hacia delante, hacia la Persona de Jesús y hacia todo lo que comporta la vinculación con Él. Lo único que cuenta es estar a su servicio. ¡Qué cosas diría hoy Jesús a tantos y tantas que sólo encuentran excusas para seguirle a medio gas o para volverle la espalda!              

 

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