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LITURGIA DEL VATICANO II

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (24.V.09)- Ciclo B

MIRANDO AL CIELO Y AL SUELO

«Id al mundo entero a predicar el Evangelio»

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En mis clases de liturgia, he repetido siempre a los alumnos que, si la celebración tiene prefacio propio, nada mejor que ir directamente a él, para comprender el misterio que celebramos. Hoy es una prueba palmaria, pues el texto prefacial, además de una gran calidad literaria, posee un enfoque casi insuperable de la Ascensión de Jesucristo al Cielo. A su luz, entendemos que ella no es sólo un acontecimiento sino un misterio: el misterio del cumplimiento de la Pascua en el Cuerpo total de Cristo, Cabeza y miembros. Dice así: «Jesús, el Señor, el Rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte, ha ascendido hoy al Cielo, como Mediador entre Dios y los hombres, como Juez de vivos y muertos. No se ha ido para desentenderse de este mundo, sino que ha querido precedernos como Cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirle en su Reino». ¡Nada menos que esto es el misterio de la Ascensión! Cuando la segunda Persona de la Santísima Trinidad –el Verbo- vino desde el seno del Padre a la tierra, venía como Dios. Cuando hoy vuelve junto al Padre, vuelve como Verbo Encarnado-Muerto-Resucitado para ser plenamente exaltado y glorificado; y vuelve llevando consigo a todos los que nos hemos incorporado a Él por la fe y el Bautismo. Vuelve como Cabeza de un Cuerpo, de modo que su entrada en la gloria es la prenda segura de que allí entraremos nosotros si le seguimos fielmente en la tierra. Gracias a esa capitalidad, no ha querido ni puede desentenderse de nosotros. En el Cielo intercede por nosotros ante el Padre y en la tierra nos acompaña de modo permanente, sobre todo, en la Eucaristía. Por eso, nuestra celebración de la Ascensión, además de recordarnos que el Cielo es nuestro destino y nuestra meta, nos remite necesariamente al suelo, al mundo, a nuestras tareas. Para que, en ellas y por ellas, hagamos que su Pascua llegue a vivificar nuestra vida y la de nuestros hermanos, y lleve la justicia, la solidaridad, la comprensión y el amor a las estructuras sociales del mundo, tantas veces sucias e inhumanas.

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