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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 13 DEL TIEMPO ORDINARIO (28.VI) -Ciclo B

JESÚS Y LA MUERTE

«¡Muchacha: Levántate!»

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Jesús acaba de desembarcar, tras haber calmado una gran tempestad en el mar de Tiberíades. Enseguida se arremolina mucha gente, entre la que destaca Jairo, el jefe de la sinagoga de la cercana Naín, aldea próxima a Nazaret. No viene en calidad de jefe sino de padre de una niña que se le está muriendo y pide a Jesús que remedie la situación. Jesús y Jairo se ponen en camino hacia Naín. En estas, alguien se acerca a Jairo y le dice a media voz: no molestes a Jesús, porque la niña acaba de morir. Jesús alcanza a escucharlo y, volviéndose, dice a Jairo: «No te preocupes. Ten fe». Ante un muerto, los hombres somos absolutamente impotentes. Incluso el médico más afamado tiene que limitarse a llorarle y enterrarle. Pero esto no vale para Jesús. Jairo no ha tenido todavía oportunidad de experimentarlo, pero pronto será un testigo de primera mano. De momento, se fía más de Jesús que del criado que le ha certificado la muerte de su hija. Cuando llegan a casa, sus ojos contemplan otro testimonio que confirma la muerte de su hija. Allí están las plañideras -¡las lloronas oficiales!-, como siempre que hay difunto en casa. Jesús se dirige a ellas y les dice, con aplomo, estas enigmáticas palabras: «La niña no está muerta, sino dormida». ¡Muerta y bien muerta estaba! Jesús se hace acompañar de Jairo, su esposa y los tres discípulos predilectos, y sube a la habitación donde está la niña muerta. No hace aspavientos ni teatralidades. Le toma de la mano y le dice con imperio: «Talitha qumi», que en lenguaje paladín suena así: «Niña, a ti te lo digo, levántate». Ella, también con sencillez y naturalidad, se levanta y se pone a caminar. Y Jairo, su mujer, los discípulos, las plañideras y el gentío que se ha congregado proclama con asombro que «esto» no lo hacen los hombres. Y no se equivocan. Porque Jesús es Dios. El que cree en Jesús y le sigue con la fe de Jairo, al final de su vida comprobará que su muerte es un dormirse para resucitar para nunca más volver a morir. ¡Esta es la fe de los cristianos!      

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