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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 19 DEL TIEMPO ORDINARIO (9.VIII) - Ciclo B

PAN, EUCARISTÍA Y FE

«Yo soy el pan vivo bajado del Cielo»

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Seguimos en la sinagoga de Cafanaún. Jesús sigue llevando a sus oyentes hasta la gran revelación de la Eucaristía. Pero su discurso no sube en ascensor sino por una escalera de caracol. Es demasiado denso e importante para ir deprisa. Comenzó siendo un panadero capaz de saciar de pan a las multitudes hambrientas. Luego él mismo se hizo pan. Hoy da un paso más: Él es un pan que no se ha amasado en ninguna panadería de la tierra. Lo ha amasado y cocido el Padre en el cielo. Por eso, no hiperboliza ni fantasea cuando dice: «Yo soy el pan que ha bajado del Cielo». Al contrario, es una confirmación de lo que ya sabíamos desde el Prólogo del evangelio de san Juan, a saber: Que «en el principio existía ya el Verbo», la Palabra Eterna, el Hijo del Padre. Y que ese Verbo y Palabra Eterna, «era Dios y estaba junto a Dios» y «se hizo carne y habitó entre nosotros». Sin esta radical carnicidad del Verbo, la Eucaristía nunca habría sido posible. Porque la Eucaristía –nos lo dirá el evangelio del domingo próximo- es la Carne del Verbo hecho verdadero hombre, Muerto y Resucitado: «El pan que Yo os daré es mi Carne, para la vida del mundo». Todo esto es demasiado elevado y demasiado profundo para que quepa en una mente humana, por muy extraordinaria que sea su capacidad. Para «entenderla» hace falta el plus de la fe. Por eso insiste Jesús: «Nadie puede venir a Mí si no lo trae el Padre que me ha enviado», nadie puede comer al pan amasado por el Padre, si no se lo da el mismo Padre. Hace falta la fe. Pero como don, no como conquista humana. Como algo suplicado, pedido con insistencia, demandado con humildad y perseverancia. ¡Cuántas veces lo he experimentado en mis años de sacerdote, ante gente que me decía casi gritando: «Quiero creer, pero no puedo»! «Reza con humildad y con perseverancia», he contestado siempre, porque la fe no es cuestión de puños ni de fuerza de voluntad. Baja de tu autosuficiencia, sé pobre ante el Padre y el Padre te llevará hasta su Hijo, Pan Vivo que ha enviado para que tengamos vida. La misma vida de Dios.         

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