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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 17 DEL TIEMPO ORDINARIO (26.VII.09) - Ciclo B

DADLES VOSOTROS DE COMER

«Decid a la gente que se siente»

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Le seguía una inmensa muchedumbre, hambrienta de pan y de Dios. La gente, enfervorizada, no se cansa de escucharle. Habla como no han oído hablar a nadie. En el fondo y en la forma. Jesús les embelesa de tal modo, que hasta se olvidan que tienen que comer. Los apóstoles, «más realistas», le dicen, caída ya la tarde: «estamos en descampado. Despide a la gente y que vayan a sus casas, porque de lo contrario van a desfallecer» Jesús les contesta de modo desconcertante: «dadles vosotros de comer» La réplica le sale espontánea a Andrés: «aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada. Pero ¿qué es esto para tanta gente?» Efectivamente, no servía ni para que comieran un bocado aquellos cinco mil hombres, y otras tantas mujeres y niños. A Jesús no le importa, porque él es un panadero que puede multiplicarlos indefinidamente. Y así ocurre. Manda que la gente se siente y que los apóstoles comiencen a repartir. Hay mucho apetito y todos comen hasta saciarse. Al final Jesús da esta orden a los apóstoles: «recoged las sobas, que nada se pierda» Obedientes, van echando los trozos en cestos y luego les cuentan: «doce», puntualiza el evangelista. El de hoy no es el único ni el mejor pan que Jesús les quiere dar. Se lo dirá mañana en la sinagoga de Cafarnaún, cuando haga esta revelación: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». ¡Qué desconcertantes somos los hombres y las mujeres! Los mismos que hoy le siguen enfervorizados, mañana, lejos de alegrarse por tan maravillosa promesa, le volverán la espalda. Su materialismo les afinca en el pan que mata el hambre del cuerpo. Pero Jesús sabe que en el corazón del hombre hay «otro» hambre: el hambre de felicidad verdadera, de verdad sin tapujos, de justicia sin componendas, de amor auténtico, ¡el hambre de Dios!. Él es él único que puede saciarlo. ¿Por qué nuestra reacción es alejarnos de Jesucristo, que es el único panadero que fabrica y distribuye ese pan en la Eucaristía?

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