Blogia
LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 20 DEL TIEMPO ORDINARIO (16.8) - Ciclo B

EL GRAN SECRETO DE JESUCRISTO

«El que me come, vivirá por Mí»

_______________________________________________________________________________

Hemos llegado a la cumbre del capítulo sexto de san Juan. Nos ha costado tres domingos, pero ha valido la pena. Porque en esta cima sublime Jesús va a revelarnos el gran secreto de su vida: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del Cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo». Para nosotros, gente de mentalidad griega, «carne», «cuerpo» y «sangre» son partes del hombre. En la Biblia no indican una parte del hombre sino el hombre completo. Cuando Jesucristo dice que nos dará a comer su carne y a beber sangre, nos está diciendo que nos dará su persona y su vida. Muchas veces he oído decir a las madres: «Te comería». Se lo decían al hijo chiquitín, mientras le apretaban contra su corazón. Era un modo de decirle que le gustaría fundirse totalmente con él y ser una misma cosa. Ninguna madre ha podido realizar este sueño. Jesús, sí. Jesús, que es una Persona viva, se nos da en comida y bebida a nosotros, personas vivas, fundiéndose de tal modo con nosotros que. cuando le comulgamos –eso es comerle y beberle-, la unión entre ambos es tal, que de «dos» resulta «uno». Pero un «uno» que es él, no nosotros. Ocurre como cuando comemos una manzana: no nos hacemos nosotros manzana, sino que la manzana se convierte en carne y sangre nuestra. Cuando comulgamos a Cristo,  no le convertimos a él en nosotros, sino que él nos convierte en él. El «te comería» se ha realizado plenamente: nosotros hemos comido a Cristo pero, en realidad, es él quien nos ha comido a nosotros y convertido en él. El dicho de san Pablo: «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí», se ha realizado a nivel sacramental. Desde ahí hay que pasar a la vida. La comunión sacramental tiene como finalidad última la comunión existencial: vivir de Cristo, vivir para Cristo, vivir como Cristo, insertarnos en su vida y su muerte, hacer que ya no vivamos para nosotros mismos, sino para él y para los hermanos ¡Si comprendiéramos la Eucaristía, nos volveríamos locos! Como los santos.             

0 comentarios