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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 27 DEL TIEMPO ORDINARIO (4.X) -Ciclo B

EL DIVORCIO ES CONTRARIO AL PLAN DE DIOS

«El que se casa con otra, comete adulterio»

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El evangelio de hoy afronta un problema de máxima actualidad: el divorcio. Jesús no abordó el problema por iniciativa propia, pero, al planteárselo los fariseos, cerró cualquier resquicio de duda. Los fariseos le formularon claramente la cuestión: «¿Es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?». Probablemente, conocían ya el punto de vista de Jesús, pero para enemistarle con quienes se divorciaban o para enfrentarle con el rey Herodes –que había encarcelado al Bautista, precisamente por recriminar su relación concubinaria con Herodías-, lo cierto es que quieren que manifieste públicamente su pensamiento. La respuesta era comprometida, pues, gracias a una mala interpretación de la ley de Moisés, era praxis común que los hombres se divorciaran -las mujeres no podían  hacerlo de sus maridos-, aunque se discutía sobre los motivos. Jesús dirimió la cuestión con la absoluta concisión y claridad: «Al principio de la creación, Dios los creó varón y mujer. Por eso, abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». Jesús deja sentado cuál es el plan de Dios sobre el matrimonio: el varón y la mujer que lo contraen, no pueden divorciarse nunca. Ya en casa, sus discípulos vuelven sobre la cuestión. Jesús confirma su doctrina y declara tajantemente: «Si uno se divorcia de su mujer, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio» Jesús no habla “del sacramento” del matrimonio sino del matrimonio tal como lo ha hecho Dios. Por eso, su respuesta sobre el divorcio no afecta sólo a los católicos. Afecta a todo hombre y mujer que se casen realmente, aunque no estén bautizados. Bien es verdad que si un católico se divorcia, no puede acercarse a comulgar y, si lo hiciera, cometería un gravísimo pecado. Sin embargo, es bueno que vaya a la Eucaristía, para que pueda beneficiarse de la misericordia divina.       

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