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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO (12.II.2012) - Ciclo B

LEPROSOS DEL CUERPO Y DEL ESPÍRITU

«Quiero, queda limpio»

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Los capítulos 13 y 14 del libro del Levítico son la prueba de cargo de que la lepra es la enfermedad que más altera la vida de una persona. No sólo porque desfigura y deteriora el cuerpo hasta dejarlo irreconocible, sino porque es una especie de maldición sobre quien la padece. El enfermo queda excluido de la comunidad familiar y social; sólo puede convivir con otros enfermos de la misma enfermedad; ni siquiera puede participar en las ceremonias religiosas; quien le toca, queda impuro. Es un muerto en vida. Un día, un leproso se topó con Jesús. A sus oídos había llegado que era una persona compasiva y omnipotente, que sanaba a los enfermos, daba vista a los ciegos y hacía hablar a los sordomudos. Con humildad se postra ante él. Nadie lo había hecho hasta entonces. Y musita unas palabras tan sencillas como confiadas: «Si quieres, puedes curarme». Es una súplica en toda regla, pero deja que Jesús decida lo que debe hacer. Jesús decide. Le toca. Precisamente a él, que es impuro e intocable. Extiende su mano, como signo de que se compadece y quiere intervenir con su poder. Luego le dice unas palabras tan sencillas como las suyas pero tan poderosas como las de Dios: «Quiero, queda limpio». Y quedó curado de la lepra. ¡Poder de la oración humilde y confiada! ¡Eficacia del poder misericordioso de Jesús! Yo y tú, amigo que me estás leyendo, somos unos pobres leprosos del alma. Si pudiéramos verla en un espejo, quedaríamos consternados por sus muchas fealdades. Pon las que más adecuadas te parezcan: soberbia, amor  propio, pereza, insolidaridad, falta de pobreza, vida aburguesada, flojera espiritual, abandono de la práctica religiosa, envidia, malquerencia hacia los familiares y amigos... Somos leprosos en estado muy avanzado. Pero ante Jesús es un “mérito”. Porque él nos quiere no porque nosotros seamos buenos, sino porque él es bueno y quiere nuestro bien. Cuanto más le necesitamos, tanto más quiere curarnos. A ti y a mí sólo se nos pide repetir al pie de la letra el evangelio de hoy: ponte de rodillas ante Jesús, dile que estás enfermo del alma y que, si quiere, puede curarte. ¡¡Y te curará, no lo dudes!!          

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