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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 32 del Tiempo Ordinario (11.XI.2012) - Ciclo B

UN REPROCHE Y UNA ALABANZA

“Esta viuda ha echado todo”

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El evangelio de este domingo se resume en dos palabras: Jesús reprocha a los escribas su comportamiento y alaba el de una pobre viuda. Los escribas conocen la Ley, se la enseñan al pueblo, son sus guías espirituales. Su conducta es, pues, un grave peligro para el pueblo, que puede pensar que ha de imitarles. El peligro radica, sobre todo, en que los escribas se ponen siempre a sí mismos en el centro de todo. Pretenden ser tratados con honores en todas partes: en el mercado, en la sinagoga, en los banquetes, en los actos religiosos. Lo suyo es brillar, sobresalir y ocupar los primeros puestos. Frente a este proceder Jesús levanta su voz autorizada y advierte al pueblo: “¡Cuidado con ellos!, no son un ejemplo a seguir” Especialmente duro es el reproche que les dirige por devorar los bienes de las viudas, pues ellas y los huérfanos forman parte de las personas socialmente débiles y están bajo una especial protección de Dios. Quien se aprovecha de ellas, pervierte de un modo extraordinariamente grave el mandamiento del amor al prójimo. Frente a este reproche contundente, una alabanza sin matices a una pobre viuda. Quien no tiene fina la piel de su humanidad y de su espíritu, puede escandalizarse. Porque la alabanza se debe a que ha echado en el cepillo del Templo la irrisoria cantidad de la sexagésima parte de un denario, que era el salario de un día de trabajo en el campo. Era la limosna a los pobres y lo que ella podía haber recuperado con sólo ponerse a pedir a la salida del Templo. Pero estas son disquisiciones y valoraciones nuestras. Jesús va al fondo y sentencia: “Esta pobre viuda ha echado más que nadie, porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”. Jesús no juzga la cantidad sino la totalidad. Aquí está la diferencia entre nosotros y los santos: nosotros damos mucho  o poco, pero nunca “todo”; mientras que ellos se dan incluso a sí mismos. De todos modos, para llegar a darlo “todo” hay que recorrer, de ordinario, un largo camino de ir dando “algo” sin cansarse y sin rendirse: tiempo, compañía, conocimiento, limosna…   

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