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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 33 del Tiempo Ordinario (18.XI.2012) - Ciclo B

EL ENCUENTRO DEFINITIVO CON CRISTO

“Nadie sabe el día ni la hora”

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Me contaba un conocido, que un amigo suyo oriental se echó atrás a última hora en un viaje que habían programado pasar juntos. Cuando regresó, se atrevió a preguntarle: “Fuiste a la echadora de cartas y te dijo que no vinieras ¿verdad?” Él le confesó que, efectivamente, había ido a la echadora de cartas y le había anunciado una catástrofe. Esta persona era profesor universitario y presumía de ser ateo. Traigo esto a colación, porque el evangelio de este penúltimo domingo del año litúrgico habla del fin del mundo. Con un lenguaje apocalíptico, Jesús ha señalado que “el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán”. Pero no quiso precisar ni el cuándo ni el cómo. Sin embargo, no faltarán echadores de cartas o miembros de sectas, que se atrevan a poner día y hora. Aunque han sido ridiculizados por los hechos, seguirán apostando fuerte. Jesús nos ha prevenido a sus discípulos: “No lo sabe nadie, ni los ángeles del Cielo ni el Hijo del hombre” (en cuanto hombre, sí en cuanto Dios), sólo el Padre”. Los hombres, que somos muy curiosos, nos encandilamos con todo lo relacionado con el fin del mundo. Seamos razonables, y advirtamos que eso no es lo importante. Lo que debe importarnos es que, para nosotros, el fin del mundo –que, a la postre, es el fin de nuestra vida en la tierra- puede llegar esta misma noche. Las chicas del Madrid Arena no pensaron que aquella fiesta sería el final de sus vidas. Pero lo fue. Tengamos, por tanto, siempre preparadas las maletas de la eternidad, con el fin de que esté bien expedito el camino de nuestro encuentro definitivo con Cristo y así compartir con él la herencia del Cielo que nos ganó con su muerte en la Cruz. Quien no quiso vivir en comunión con Cristo durante su vida, no será obligado por Cristo a vivir con Él por toda la eternidad. Para él, el fin del mundo –el final de su vida- será el comienzo de una eternidad fuera del Cielo ¡Jesús: quiero vivir ahora como amigo tuyo y quiero vivir siempre contigo en el Cielo. Concédeme esta inmensa gracia!          

 

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