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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo primero de Adviento (1.XII.2013) - Ciclo A

LA META ILUMINA EL CAMINO

“Vigilad, pues no sabéis el día”

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Decía el gran Indurain en una entrevista: “Cuando doy la primera pedalada, ya estoy pensando en los Campos Elíseos”. Era una bonita manera de explicar que, si quería ganar la vuelta a Francia, tenía que ganarla desde la primera etapa. Traducía así, de modo muy realista y objetivo, el gran principio de santo Tomás de Aquino: “El fin es lo último que se alcanza pero lo primero que se elige”. Hasta tal punto que, sólo quien conoce cuál es su fin, puede vivir como le conviene. Todo esto viene a mi memoria porque hoy, día de año nuevo en la Iglesia por ser primer domingo de Adviento, el evangelio nos sitúa en el final de la historia y de nuestra vida. Es una sabia pedagogía. Porque un opositor que quiera ganar de verdad la oposición, necesita conocer cuáles son los temas que debe preparar, trazarse un exigente plan de trabajo y poner todo el esfuerzo necesario para aprenderlos. Si procede a tontas y a locas, corre el riesgo de no preparar todos los temas, de dar mucha importancia a lo que no tiene tanta y descuidar lo verdaderamente nuclear. Por eso, la Iglesia, que, además de formidable maestra, es  una buenísima madre, al empezar un año nuevo nos recuerda cuál es nuestra meta y cuál es el camino para alcanzarla. No sea que nos ocurra lo que ocurrió “en tiempos de Noé”, cuando “antes del diluvio la gente comía y bebía y se casaba”; y “cuando menos lo esperaba, llegó el diluvio y se los llevó a todos”. Porque la tentación para todos y la realidad para no pocos es vivir preocupados exclusivamente de las cosas terrenas: comer, beber, trabajar, divertirnos, disfrutar de la vida…sin pararnos a pensar si todo eso nos está llevando a buen puerto o nos está alejando de Dios y del fin al que está orientada nuestra existencia. No en vano cantaba el juglar: “Al final de la jornada/, el que se salva, sabe/ y el que no, no sabe nada”. La pregunta surge espontánea: ¿Estoy viviendo de modo que, si hoy fuera el final de mi vida, Dios me daría su gloria o tendría que excluirme de ella?. Jesús viene otra vez a nuestro encuentro para darnos la oportunidad de pararnos a pensar y, si es preciso, rectificar. Su ayuda está asegurada.  

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