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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 25 del Tiempo ordinario (21. IX. 2014) - Ciclo A

DIOS TE LLAMA AHORA

“Toma lo tuyo y vete”

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El evangelio de este domingo refleja una situación que más de un lector habrá visto en la plaza de su pueblo. Al comienzo de la mañana, los jornaleros se colocaban allí en espera de que algún labrador pudiente viniese a contratarles. Esto ocurría, sobre todo, en tiempo de la vendimia, momento en que más obreros se necesitaban. Pues bien, sucedió que un día un  rico labrador fue a la plaza del pueblo a contratar obreros para la vendimia. Salió a las nueve y contrató a los que estaban allí por un denario. Salió después a las doce, a las tres, a las cinco y casi a la puesta del sol. No hicieron contrato, sino que fue diciendo a todos: “Id a mi viña y os pagaré lo que sea justo”. Cuando se puso el sol, dijo al capataz que pagase y comenzase por los últimos, dándoles un denario. Al verlo, los que habían trabajado 12 horas, pensaron que recibirían más. Pero no  fue así: ellos recibieron  también un denario. Considerando que aquello era injusto, se enfadaron con el dueño y le recriminaron su proceder. Él les contestó: “¿No habíamos quedado en un denario?. Toma lo tuyo y vete. ¿No puedo hacer lo que quiera con lo mío? ¿O vas a ser tú envidioso porque yo sea generoso?” La enseñanza de esta parábola es múltiple. En primer lugar, se refiere a la llamada que Dios hizo a Israel y a los paganos. “Al principio” llamó a Israel para que fuera su pueblo. “Al final” llamó a los gentiles. A todos les dio la misma paga: la salvación. Ni Israel ni los demás tenían “derecho” a ella. Fue un “don gratuito” en los dos casos. Israel no tenía, por tanto, motivo para protestar, porque Dios  es soberano para distribuir sus dones. La segunda enseñanza es ésta: Dios llama a todos en todos los momentos de la vida: a los niños, a los jóvenes, a los adultos, a los ancianos, a los moribundos. Y todos, si aceptan la llamada y son fieles, aunque no sea más en los últimos momentos de su vida, recibirán el  premio del cielo eterno. ¡Así de bueno es Dios! La tercera enseñanza es ésta: no juzguemos a Dios, aceptemos sus dones y agradezcamos que haya querido contar con nosotros para realizar su plan de salvación.         

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