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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo XI del Tiempo Ordinario (14.VI.2015)- Ciclo B

TIEMPO PARA LA ESPERANZA

“La semilla crece sin cesar”

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El evangelio de hoy es un evangelio que nos viene como el anillo al dedo. Porque si hay algo que necesitamos los hombres y las mujeres de la Iglesia y de la sociedad actuales es ser hombres y mujeres de esperanza y de coraje. El pesimismo y el derrotismo se han adueñado de nosotros. Todo lo vemos  negro. No tenemos proyectos entusiasmantes ni ofertamos cosas atrayentes. Nos hemos instalado en la crítica negativa y en el “aquí no hay nada que hacer”. El evangelio de hoy nos dice que estamos equivocados al hacer estos juicios y ser tan negativos. Nos pasa como al que no entiende de campo y piensa que la semilla no crece si el labrador no está junto a ella y tirándola hacia arriba. No. La semilla tiene en sí tal fuerza, que crece mientras el labrador duerme o trabaja en otras cosas. Es verdad que desde la siembra hasta la siega tienen que venir el frío, las heladas, la nieve, la sequía y los calores. Pero la semilla es más fuerte que todos ellos y, cuando llega el verano, el labrador recoge en proporción a lo que ha sembrado. Esto es lo que sucede con la Palabra de Dios que Jesucristo siembra en los corazones de los hombres. Encierra tanta fuerza en sí misma, que basta sembrarla para que un día dé cosecha. Al principio puede tener la apariencia de una semilla tan minúscula como la mostaza, que apenas es perceptible. Pero, con el tiempo, crece y crece hasta convertirse en un arbusto donde los pájaros pueden anidar o refugiarse un día de tormenta. Lo decisivo es sembrar y tener la fe y la paciencia del labrador. Vendrá el fruto. Los que somos hijos de labradores sabemos muy bien que hay tres momentos: la sementera, la espera y la siega. Hay que saber respetar los tiempos sin querer quemar etapas. Cuando estamos en octubre, lo que toca es sembrar y, cuando llega agosto, lo que toca es cosechar. En el entre tanto, lo que toca es saber esperar. ¿En qué momento nos encontramos ahora en la Iglesia y en el mundo? Pienso que en la sementera. Mejor:  en una segunda sementera. Por eso es tan importante ser hombres de fe y esperanza. Porque sólo siembra el labrador que confía en que –cuando toque- hará cosecha.   

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