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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 13 del Tiempo Ordinario (25.VI.2016)- Ciclo C

LIBERTAD Y RADICALIDAD

“Te seguiré a donde vayas”

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Evangelio de la libertad, de la radicalidad, de las vocaciones, del discipulado. Estos y otros calificativos podríamos poner al evangelio de hoy. Pero hay dos que destacan por encima de las demás: la libertad y la radicalidad. Una persona, en efecto, se acerca a Jesús y le dice: “Te seguiré a donde quiera que vayas”. Jesús no hace como los políticos en campaña, que prometen montes y morenas para que les voten y, luego, ya se encargan de hacer lo que callaban. Jesús no procede así. Descubre sus cartas para que, quien le siga, lo  haga con plena libertad. A este que le dice que le “acompañará a donde haga falta”, le responde: piénsalo bien antes de decidirte, “porque las aves tienen nido y las zorras madriguera pero el Hijo del Hombre –Yo-, no tienen casa ni nada”. Que es como decirle: si quieres venir conmigo, has de saber lo que haces y dónde vienes, has de hacerlo con plena libertad. Pero además de libertad hay radicalidad. Sobre todo, radicalidad. Al contrario que en el caso anterior, Jesús toma la iniciativa e invita a seguirle a uno que se le cruza en el camino. Este responde “sí”, pero pone condiciones. Parecen razonables, porque dice que le seguirá una vez que haya muerto su padre. Jesús le contesta tajante: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú sigueme”. El lenguaje de Jesús es exigente y duro. Jesús no acepta condiciones a quien quiera seguirle. Ni siquiera las que puedan venir de la propia familia. No es que exija faltar al amor a los padres. Lo que él señala es que, si llega el caso en que hay que hacer la opción entre él y la familia, aunque la opción sea muy dolorosa, hay que optar por él. Sin esta opción hoy no existirían san Francisco de Asís, ni santa Clara, ni san Francisco Javier ni santa Teresita de Jesús. Por citar algunos casos. En resumidas cuentas, lo que Jesús nos enseña hoy en su evangelio es que no podemos ponerle condiciones a la hora de ser discípulos suyos. Nadar y guardar la ropa, una vela a Dios y otra al diablo no entran en su programa. ¡Qué mundo resultaría si los cristianos fuéramos consecuentes con esto!         

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