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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 17 del Tiempo Ordinario (24.VII.2016) - Ciclo C

“NO SÉ REZAR”

Danos hoy nuestro pan

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Jesucristo fue un gran orante. Como buen israelita, rezaba el Schemà al levantarse y al atardecer, rezaba antes y después de cada comida, rezaba los sábados en la sinagoga, rezaba antes de hacer cosas importantes –la elección de los Apóstoles, la Pasión, la Muerte en la cruz-, cuando estaba descansado –madrugaba para ir a rezar al monte él solo- y cuando estaba muy cansado –alguna vez pasó toda la noche en oración después de un día de intenso trabajo-. Su ejemplo arrastró a los apóstoles y un día le dijeron, “Enséñanos a orar”. Y él, como buen maestro, les enseñó a rezar cómo rezaba él. A pesar de que los evangelios son parcos, siempre que hablan de la oración de Jesús dicen que trataba a Dios como a su Padre: “Te doy gracias, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y se las has revelado a los sencillos”; “Padre: no se haga mi voluntad sino la tuya”; “Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen”; “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Así quería que rezaran sus discípulos. Por eso, les dijo: “Cuando recéis, decid: Padre  nuestro”. Esta es la clave: tratar a Dios como Padre. Si entendemos esto, seremos rezadores y sentiremos la necesidad de acudir a Dios para decirle lo que dice el Padre Nuestro: que queremos que él sea conocido y amado por todos y que el evangelio –su Reino- llegue a todos los rincones del mundo y a todas las actividades honestas de los hombres; que nos dé el pan de cada día: alimento, vestido, trabajo, salud, y las mil cosas que necesitamos, incluida la Eucaristía; que nos perdone, porque somos débiles y le ofendemos; que no nos deje de la mano, porque somos muy poquita cosa aunque nos creamos que valemos mucho; y que nos libre de todo mal. “A peste, fame et bello” han suplicado mil generaciones de cristianos, pidiendo que Dios les librase “de la peste, del hambre y de la guerra”. Que nos libre hoy de la peste de la droga, del aborto y del divorcio; del hambre de tanta gente en el mundo; de la guerra de Oriente Medio y África, y la del terrorismo. ¿Por qué no repetir nosotros la petición de los apóstoles: Señor, enséñanos a orar?” Dios es nuestro Padre y quiere ayudarnos.         

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