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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 2 de Cuaresma (12. III. 2017) - Ciclo A

POR LA MUERTE A LA VIDA

“Se transfiguró ante ellos”

____________________Cuando san Agustín tuvo que defender el pecado original, echó mano de este argumento decisivo: la Iglesia bautiza desde siempre a los niños para libarles de ese pecado; por tanto, todo el que lo niega, “es refutado por la verdad de los mismos sacramentos de la Iglesia”. La “ley de la oración” le daba la clave para conocer “la ley de fe”. Nosotros podemos hacer lo mismo: echar mano de la oración de la Iglesia de este domingo para comprender cuál es el mensaje que nos quiere enseñar y, más en concreto, el sentido exacto que tiene el evangelio. Leamos, pues, el Prefacio de este día. Dice así: “Ël (Jesucristo), después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que la pasión es el camino de la resurrección”. No cabe mayor nitidez: Jesús se trasfigura ante sus discípulos para revelarles el sentido de su muerte y resurrección. Una y otra están tan íntimamente ensambladas, que sólo entendiendo su Muerte podremos comprender su Resurrección. En otras palabras: la glorificación de Jesús llegará cuando haya pasado por el misterio de la humillación. Por la muerte a la vida, por la Pasión a la Resurrección. A lo largo de la Cuaresma vamos caminando hacia la Pascua. No vamos por nuestra cuenta sino siguiendo los pasos de Jesús. Y los pasos obligados son los del dolor, el sufrimiento, la muerte. Necesitamos entender que para nosotros, como para Cristo, la humillación del dolor es paso obligado e imprescindible para nuestra exaltación. En caso contrario, nos sucederá como a los dos discípulos que caminaban a Emaús: nos hundiremos ante el fracaso, la enfermedad, la muerte. Deberíamos darle muchas vueltas a las palabras que san Pablo escribió un día a los fieles de Filipo: “Cristo se hizo obediente por nosotros hasta la muerte de Cruz. Por eso, Dios lo exaltó sobre todos y sobre todo”. Lo dicho: si queremos ser “hombres nuevos” tenemos que matar al “hombre viejo” que todos arrastramos. Para celebrar el misterio de la Noche de Pascua hay que celebrar previamente el del Viernes Santo.       

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