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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO CUARTO DE CUARESMA (22.III) - Ciclo B

DIOS ES AMIGO DEL HOMBRE


 

Cada día me convenzo más. La gran mentira, con la que el demonio ha engañado al hombre moderno, es haberle convencido de que Dios es su antagonista y, por ello, su enemigo. No hay mentira más radical. Porque Dios, además de haber creado al hombre «a su imagen y semejanza» y haberle constituido rey de la creación, no lo destruyó cuando se rebeló contra Él en el Paraíso. Al contrario, salió a su encuentro con el único fin de devolverle el rostro que había desfigurado y la herencia que había dilapidado. Este acercarse benevolente de Dios al hombre no fue algo puntual o esporádico. Nunca ha sido interrumpido por parte de Dios, por más que el hombre se ha empeñado en huir de ese encuentro. La historia de la salvación –recogida en las páginas del Antiguo Testamento y del Nuevo y continuada en la vida de la Iglesia y de, alguna manera, en la de la humanidad- es la historia de un amor no correspondido: Dios ha querido y quiere hacer el bien al hombre y el hombre rechaza, una y otra vez, el ofrecimiento, incluso con malas maneras. Esta historia de amor alcanzó su punto culminante en Jesucristo, el Hijo y Enviado del Padre. Cansado Dios de hacerse encontradizo del hombre por medio de otros hombres: los Patriarcas, los Profetas, los Pastores y Jefes del Pueblo, decidió enviar a su Hijo. Y, no contento con ello, quise que entregara su vida por nosotros. La glosa teológica que hace de este hecho el evangelio de hoy, no puede ser más impresionante: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan la vida eterna» San Juan añade, entusiasmado: «porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Pero esto no es toda la verdad. La verdad completa tiene este complemento: «el que cree en él no será condenado; el que no cree ya está condenado» Es imprescindible que Dios ofrezca el don de su salvación. Pero el hombre tiene que poner su parte y acogerlo libremente. ¿Qué hacemos tú y yo?    

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